Nos disponemos para
hacer la oración de hoy en presencia del Señor. Pedimos que el Espíritu Santo
nos ayude y nos inspire en este rato. Nosotros solos no podemos hacer oración.
En este mes del rosario también pedimos la ayuda de la Virgen María, maestra de
oración.
Las lecturas de este
día son breves pero ricas. San Pablo, certero como siempre, nos indica: “lo
único que cuenta es una fe activa en la práctica del amor”. Con esto nos valdría para la oración
de hoy, para muchos días, para toda nuestra vida. La fe que no se convierte en
acción, en amor, no vale de nada, está vacía y hueca. El mismo Jesús nos lo dice
en otro pasaje: “el que dice
que ama a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso”. Podemos revisar la semana, el mes o lo
que necesitemos echando la vista atrás y comprobando esta relación entre
nuestra vida de fe y nuestra forma de relacionarnos con los demás. A lo largo
de este año de la misericordia hemos tenido incontables ocasiones de ejercerla
con nuestros hermanos y quizá las hemos dejado pasar de largo. La fe potencia
nuestra capacidad de amar. En la contemplación de la oración encontramos la fuerza
para poder contemplar las realidades cotidianas con una mirada trascendente y
amar a todos y todo. Aprendemos a mirar nuestra vida con una perspectiva
transformada en la oración.
Así ocurre también
con el apostolado. No es sino nuestra vida de fe que inunda nuestro corazón y
lo desborda, llegando a los que están a nuestro alrededor. Dejémonos
transformar pues, por este amor de Dios que nos esperaba hoy como cada día para
hablarnos al corazón en este ratito. Dejemos que Él limpie la copa de nuestra vida
y nos cambie por completo.