30octubre 2016. Domingo de la XXXI semana de Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

Empezamos nuestro rato de oración ofreciendo el día de hoy,  pidiendo ayuda al Espíritu Santo y mendigando la misma a nuestros intercesores.
La primera lectura debe leerse en clave de misericordia. En ella la inmensidad de Dios es comparada con la pequeñez del hombre.“Señor, el mundo entero es ante ti, como un grano en la balanza”. ¿Qué somos cada uno de nosotros  en comparación con el Universo? Una mota de polvo en una playa… “una gota de rocío mañanero en la tierra”.
Pues siendo tan pequeños, Dios no nos olvida, nos tiene en cuenta, nos ha elegido uno a uno para darnos la vida, ha pensado en cada uno de nosotros como unos padres en el niño que viene: ¿Cómo  será su carita? ¿Qué nombre le pondremos?. Está deseando perdonarnos si caemos. “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo no lo habrías creado”.
Nos corrige sin ira, con paciencia “es clemente y misericordioso”. “Corriges poco a poco a los que caen”.
Si después de estas reflexiones, el corazón aún le percibimos seco, insensible, entremos en la escena del evangelio y sintiéndonos Zaqueo, el pequeño, subámonos a un sicomoro para ver a Jesús que pasa, cerca de nosotros.
Abelardo nos decía sobre esta escena, Zaqueo sube con dificultad,  al árbol para ver  a Jesús y baja rápidamente del árbol para tratarle personalmente, para conocerle, para  hospedarle en su casa.
“Zaqueo subió al árbol porque quería ver a Jesús, y éste le mando bajar para conocerle mucho más: verle, escucharle, palparle, tenerle hospedado en su propia casa” (Abelardo de Armas – Aguaviva – febrero 1987).
En nuestra cabeza la santidad se concibe como subir, esforzarse, echarle coraje y puños a la vida. Nos creemos autónomos y cuando fallamos nos contrariamos y desfondamos. Jesús en este pasaje nos habla de alcanzar el Reino de los cielos bajando.
Olvidamos que nuestro modelo es Cristo que siendo Dios se humilló haciéndose hombre (exinanivit). Por eso Zaqueo le encuentra bajando. Jesús viene en busca del hermano perdido para traerlo a la casa del Padre. En este evangelio el pródigo se llama Zaqueo, pero pródigos somos todos en algún momento de nuestra vida.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús. Examinemos con el Maestro nuestro corazón, pidiendo a la Virgen nos preste su “corazón para amarle” a Él y a los hermanos. Que ella nos libre de esa dureza de corazón que nos hace insensible a las necesidades de los que nos rodean.

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