Empezamos nuestra
oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros
corazones el fuego de tu amor”.
El Evangelio
del día de hoy nos relata la curación del ciego Bartimeo. Como de forma
habitual en los domingos, la primera lectura conecta perfectamente con el
Evangelio. Nosotros estamos ciegos. Muchas veces, arrastrados por nuestras
miserias y pecados, no somos capaces de ver las cosas con perspectiva y ver la
acción de Dios en nuestra vida, y eso puede llevarnos a la angustia y
desasosiego. Pero siempre está Dios para rescatarnos, como a Bartimeo o como al
pueblo de Israel (1ra lectura), y llevarnos a torrentes de agua
viva y a una tierra llana. De esa forma podremos cantar como el salmista: “El
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Confía en Dios,
llámale como el ciego. Dios no hace oídos sordos, siempre responde. Tú sólo
confía en Dios. Él hace el resto.
Te invito a que te encomiendes a nuestra Madre. La Virgen nos acerca de la mano a Jesús, nos saca de la angustia.