28 octubre 2021, jueves de la 30ª semana de Tiempo Ordinario. San Simón y san Judas, apóstoles

Sois ya “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Ef 2, 19)

Se dice y escribe pronto, pero hay que sentarse o pasear o hincarse de rodillas para agradecer, saborear, hacerlo consciente y vivir loco de alegría. Que mi patria no es el suelo, estiércol, humus, gusano, sino el CIELO, gozo, vida eterna. Mi familia divina, mis hermanos los santos. ¡Menuda familia, vaya currículum! ¡Cómo no cantar: ciudadanos del cielo, moradores de la casa de Dios! Y mi gratitud, mi gozo, genera un amor servicial, hasta el extremo, como Él, mi Señor, me enseñó y me comunica con su Vida de gracia. 

“¡A toda la tierra alcanza su pregón!” (Salmo 18, 2)

Sí, basta con escuchar. Pero para ello -hay una simpática expresión por América- ¡para la oreja! Y ¡para el carro!, calma, serenidad, haz silencio, fuera prisas, respira, apacigua pasiones y no necesitarás audífonos especiales, el corazón latirá con la voz de su palabra, la que se hizo y se hará carne en ti.

“Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles2 (Lc 6, 12)

¡Qué gusto saber que no soy fruto de un contrato ni un capricho! He sido gestado en el monte, en una noche de amor orante y, al despertar, con la aurora, el Señor me ha llamado, me ha escogido y soy su apóstol. Así de sencillo, así de grande. Y no me importa si no sé hablar ni cantar, sé que Él me ha llamado, me ha fichado para su equipo salvador. Y, me iré o me quedaré, no importa, siempre estaré con mi Jesús, la Vida de mi vida, para que la gente le toque y quede sanada, pues solo Él tiene palabras de vida eterna, sólo de Él sale una fuerza capaz de curar todas las covid y a todos los enfermos, yo, el primero. Te doy gracias, Señor, de todo corazón. En este mes misionero, del rosario, del P. Morales, ¡totus tuus!

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