San Pablo hace frente a la situación de la comunidad de Corinto, que tenía
grupos de cristianos opuestos unos a otros sobre cuestiones graves que la
primera Epístola a los Corintios trataba de resolver.
San Pablo explica que su única fidelidad no es a los partidos humanos,
sino a Dios. Se apoya en Dios: "tan verdadero como Dios es fiel", ha
tratado de ser sincero con los corintios. Cristo es un "sí". Sí, es
decir, "lo positivo", "la claridad", «la simplicidad»,
"la franqueza", "la acogida", "la aquiescencia", «la
disponibilidad». Sí es la palabra de la fidelidad, del matrimonio, del amor,
del consentimiento del otro.
Todas las promesas hechas por Dios han tenido su «sí» en Jesucristo.
Jesucristo es el «sí» de Dios. En Jesús, Dios ha dicho «sí» al hombre. Dios nos marcó
con su sello -nos ha consagrado- y, en avance a sus dones nos ha dado al
Espíritu Santo que habita en nosotros.
En el Evangelio, Jesús nos pide ser sal de la tierra y luz del mundo, y
que la gloria de nuestras buenas obras sea para el Padre. "Yo soy
la luz del mundo”, nos dice Jesús. Los discípulos sólo
somos "luz” en la medida en que somos transparentes y penetrados de la luz
de Jesús.
¡Madre de Dios, aumenta nuestra fe, esperanza y amor!