Vamos a centrar hoy nuestra oración en la lectura del evangelio,
resaltando algunas claves que pueden ayudarnos, sacadas de la página web de los
jesuitas irlandeses.
En la pregunta de los saduceos a Jesús podemos descubrir algo que nos
interesa: "¿a qué se parece el cielo?". Podemos imaginarlo de muchas
maneras, según las ansias de nuestro corazón. Pero Dios va más allá de los
límites de nuestra imaginación y nos dice, con san Pablo: "Lo que ningún
ojo ha visto, ningún oído escuchado, ningún corazón humano concebido, Dios lo
ha preparado para aquellos que lo aman."
Estar eternamente con Dios después de la muerte es una manera diferente
de ser. Pasamos a través de la muerte a una nueva vida, que supera con mucho la
vida terrenal. Al ser transformados por el Amor, hay a la vez continuidad
-seguiremos siendo nosotros- y una radical diferencia.
La promesa de la resurrección de los muertos significa que Dios nunca
nos va a dejar abandonados, porque nos ama. ¿Realmente nos lo creemos? Pidamos
esta fe al Señor.
La resurrección de la carne nos enfrenta al misterio del cuerpo, del de
Jesús y del nuestro. Creemos que, como en él, será la expresión de lo mejor de
nosotros, sin embotar el espíritu con debilidad o rebelión, sino expresándolo
con facilidad y alegría. Es un misterio que va más allá de nuestra imaginación,
pero es el centro de nuestra fe.
Porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.
Los Saduceos estaban configurados por la
antigua Ley. Sus creencias eran un filtro que les bloqueaba para escuchar cosas
nuevas. También nosotros podemos hacer
preguntas equivocadas, escuchar solo lo que queremos oír, y así reducir el verdadero
mensaje de Jesús.
Ellos no creían en la vida después de la muerte, por lo que le plantean
a Jesús una pregunta destinada a mostrar que la vida después de la muerte es un
concepto ridículo.
Hoy nos encontramos mucha gente así, que no está verdaderamente abierta
a la verdad. Vamos a pedirle a Jesús que nos ayude a acercarnos a Él y a los
demás, no con una mente cerrada, sino dispuesta a abrirse siempre a la verdad,
aunque nos resulte incómoda.
Jesús no responde de forma directa a la pregunta de los saduceos. En
cambio, trata de abrir sus mentes a otras posibilidades. En su respuesta, Jesús
recalca la auténtica novedad de la resurrección de la vida (los resucitados
serán como ángeles del cielo). Además invoca el relato de Moisés frente a la
zarza ardiendo, para subrayar que Dios se reveló como Dios de los vivos, no de
los muertos. ¡Abraham, Isaac y Jacob están vivos!
El misterio de la muerte y la resurrección está más allá de la capacidad de creer de los Saduceos. ¿Soy yo un poco como ellos? ¿Puedo confiar que Dios me devolverá a salvo a mi casa, o pienso que estoy abandonado a mi muerte? ¿Cuán profunda es mi fe en la resurrección? Y, ¿qué diferencia produce esta fe en la forma como vivo?