Las lecturas de hoy nos presentan una curiosa conexión entre pobreza
de espíritu (en esta vida) y riqueza en el Reino (en
la eterna). Para dar fuerza a esta idea, se nos presenta el modelo de vida de
S. Pablo, y luego las palabras de Jesús, que corroboran la propuesta; mejor
que atesorar en la tierra, es hacerlo para el cielo. Porque el corazón
anida en aquello a lo que da más importancia.
Quizá pueda ayudarnos repasar, en la presencia del Señor, qué pobrezas
vivo o estaría dispuesto a vivir por amor al Reino, de qué manera YA me están
enriqueciendo o dando vida a otros, qué dificultades encuentro para ello. Esto
sería para afianzar lo que nos dice Jesús de atesorar de cara al Cielo.
Será preciso mirar y dejar que se impregnen en nuestro interior las
actitudes del Maestro, y contar con su gracia a cada momento. Y siendo
honestos, tenemos que reconocer que desear vivir desde la pobreza de espíritu
se nos hace insuperable cuando las debilidades, las atracciones de la
mundanidad y el desaliento son capaces de entrar en nuestras vidas.
Que santa María interceda por nosotros ante su Hijo, para que nos alcance del Padre la gracia de convertir nuestras pobrezas, debilidades y miserias, en nuestra mayor fortaleza. Siempre puesto nuestro corazón en el tesoro del Cielo.