En este día de la Virgen de Lourdes, el Evangelio que coincide del lunes de la V Semana del tiempo ordinario no puede ser más apropiado: la imagen de los enfermos en la plaza de los pueblos a los que llegaba Jesús se repite constantemente en Lourdes, especialmente en la bendición con el Santísimo de los enfermos a primera hora de la tarde. Allí, nuestra Madre se mostró misericordiosa con los enfermos del cuerpo y los del espíritu. En Lourdes, las curaciones y las conversiones se entrelazan para proclamar con María la grandeza de la misericordia de Dios.
Por ello, la Iglesia ha instituido en este día la Jornada Mundial del enfermo, iniciada pro el Beato Juan Pablo II en 1993 por primera vez. Nos ayudará meditar algunos textos del Mensaje de este año, escrito por Benedicto XVI, que nos propone la figura del buen samaritano:
“Con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos”.
Además el Papa propone algunos modelos de buenos samaritanos, tanto personas que han cuidado de los necesitados, como enfermos que han ofrecido su dolor unido al de Cristo:
- Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos».
- La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos».
- Santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero… Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo»
Guardemos en nuestro corazón las palabras que la Virgen nos dejó en la gruta, como un precioso mensaje para la Cuaresma que vamos a iniciar esta semana:
- “Penitencia. Reza a Dios por la conversión de los pecadores”.
- “Ve beber y a lavarte en la fuente”.
- “Yo soy la Inmaculada Concepción”.