Celebramos hoy la conmemoración de la Cátedra de San Pedro, una fiesta que se remonta al s. IV y que resalta el ministerio particular que el Señor encomendó al príncipe de los apóstoles: guiar y confirmar a la Iglesia en la unidad de la fe.
¿Cómo no acordarnos hoy en nuestra oración del sucesor de San Pedro, de Benedicto XVI, que en menos de una semana renunciará al pontificado? Posiblemente habremos tenido ocasión de verle personalmente y de escuchar su voz en alguna de sus tres visitas a España, especialmente en la JMJ 2011. Recordemos qué nos impactó de él la primera vez que le vimos, qué palabras suyas atesoramos... Ha sido (está siendo todavía) para nosotros, padre, maestro, testigo y guía en la fe. Podemos aplicarle en la oración la exhortación de Pedro a los presbíteros de la primera lectura. En efecto, él sigue siendo hoy –como Pedro entonces-:
- “presbítero como ellos”, podríamos decir, cristiano entre los cristianos. Benedicto XVI es uno de los nuestros, el hombre cordial, cercano, pero al mismo tiempo,
- “testigo de los sufrimientos de Cristo…”: su magisterio, su testimonio, su vida entera es un indicador de Cristo, nos dirige hacia Él, porque se ha identificado con la persona de Cristo,
- “…y partícipe de la gloria que va a manifestarse”: más si cabe ahora, con el anuncio de su renuncia, su vida está orientada a participar de la gloria de Cristo, a preparar su encuentro definitivo con Él.
- Benedicto XVI –como Pedro entonces- tiene fuerza para exhortarnos a los presbíteros y al pueblo:
- “Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, con generosidad, convirtiéndoos en modelos del rebaño”. Escuchada la exhortación desde el “rebaño”, como laicos, Pedro, y Benedicto XVI con él, parecen pedirnos: orad por vuestros pastores; no les dejéis solos, defendedlos cuando sean criticados y atacados, sed también con ellos modelos del rebaño, actuad en todo con generosidad, con buena gana, como Dios quiere…
- Y ¿cuál será la consecuencia? “Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita”. De nuevo la gloria, no como la que da el mundo, que un día encumbra a uno, y al día siguiente lo olvida por completo… La gloria del Pastor no se marchita nunca, permanece con Él para siempre…
- Y en este momento de la oración, escuchemos con todos los sentidos la pregunta que nos plantea Jesús en el Evangelio de hoy, esa misma interpelación que dirigió a los apóstoles y que recogió Pedro:
- “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Jesús me pregunta: ¿Quién soy Yo para ti? ¿Un personaje del pasado, o Alguien vivo? ¿Uno ajeno a ti, o Alguien que ha entrelazado su vida con la tuya? ¿Un competidor o el que mejor te conoce? ¿Uno de tantos, o el que te ama desde dentro de ti mismo?
- “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. ¿Nos atreveremos a responder así, como Simón? Cuando yo estudiaba en el Instituto, en un examen de religión me preguntaron: “¿quién es Jesucristo para ti?” Yo dejé correr el bolígrafo sobre el papel, y como si estuviera en la oración, contesté con el corazón: “Jesús es el Mesías, mi Señor, mi mejor amigo, mi médico y mi medicina…” Y así se me acabó el folio (no sé qué pensaría el profesor al leer un examen tan poco técnico…) ¿Quién es Jesús para ti?
- “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Y ahora escucha la respuesta de Jesús. Déjate que te cambie el nombre, que te dé una misión, y que te confirme en la Iglesia. ¿Qué nombre es ése? ¿Qué misión te da? ¿Contribuye a la edificación de la Iglesia…?
Oración final: Dios todopoderoso, no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo (oración colecta de la misa).