Antes de comenzar nuestro rato de oración, nos ponemos en
presencia del Señor y le pedimos luz al Espíritu Santo para que se nos abra el
entendimiento y, sobre todo, el corazón a los mejores sentimientos de amor de
Dios. Pensar en la oración está bien, contemplar está mejor pero es mucho mejor
si amamos.
Un alma abierta a Dios en la
oración es como la buena tierra que recibe la buena lluvia y la hace germinar
de forma generosa. La cuaresma es un tiempo en que nos tenemos que abrir de una
forma especial a la gracia.
Tres sustantivos marcan la
cuaresma: La limosna, la oración y la penitencia. La limosna te invito a
vivirla desde el punto de vista del apostolado. La penitencia es necesaria por
ascesis y para contrarrestar el mundo de comodidades tan exagerado que nos
rodea. Te invito a vivir la abstinencia de comer carne los viernes como un
estar pendientes del Señor, como lo está el amado de su amada, el perrillo de
su dueño o el vigía del amanecer.
En este rato quiero resaltar de
forma especial el tema de la oración. La lectura del Evangelio de hoy con la
clase que Jesús imparte a sus discípulos es una muestra de cómo debe ser
nuestra oración:
“¿Por qué nos preguntamos
cómo hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud?
El Señor nos enseñó a orar para que lográramos la Vida verdadera y dichosa,
pero no quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara
mejor cuanto más locuaces nos mostráramos, pues, como él mismo dijo, oramos a
aquel que conoce nuestras necesidades aun antes de que se las expongamos.
Pero, si él sabe lo que
necesitamos antes de que lo pidamos, ¿por qué nos exhorta a la oración
continua? Esto nos podría resultar extraño si no comprendemos que nuestro Dios
y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él, ciertamente,
no puede desconocerlos, sino que quiere que, por la oración, se acreciente
nuestra capacidad de desear para que así nos hagamos más capaces de recibir los
dones que nos prepara”. (San Agustín).
Llena tu oración de continuos
deseos pues cuanto más desees, más amarás. Cuanto más lejos te dejes llevar de
tus deseos, más te dejarás llevar del amor.
No dejes nunca de poner a María
en medio de este juego de oración, deseos y amor; Ella es quien mejor entendió
este juego.