Hace tan solo unos días, en concreto una semana nada más.., en que comenzamos nuestro itinerario cuaresmal, y hoy nos encontramos con un evangelio un tanto duro, pues contiene unas palabras de Jesús, que bien podían ser consideradas como un reproche...
Apuntan los comentaristas que la palabra "generación" es siempre empleada por Jesús en un modo peyorativo... Es un alusión típica a ciertos momentos de la Historia del pueblo de Israel, en que éste tienta a Dios o se endurece ante sus mandatos... Es la Generación del desierto, que reclama "signos" a Dios, cuando Dios no deja de mostrarse a su pueblo de una u otra manera siempre...
¿Quién no ha pedido alguna vez un signo a Dios, para creer o no dejar de creer...? El hombre de todos los tiempos se mueve en el ámbito de los sentidos.., de las realidades tangibles.., y como que necesitara constatarlo todo, y como consecuencia, Dios tampoco se escapa de sus apreciaciones...
Impresionan los dos ejemplos que pone Cristo para acompañar su respuesta: El signo de los habitantes de Nínive, y el signo de la reina del Sur.
Dice S. Basilio que "un signo es una cosa sensible que contiene en sí la declaración de alguna cosa oculta; así el signo o el prodigio de Jonás representa el descenso de Jesucristo a los infiernos, su ascensión y su resurrección de entre los muertos. Por esto dice: "Porque así como Jonás fue un prodigio para los de Nínive, así el Hijo del hombre lo será para los de esta generación..."
Bien podría ser este el objetivo de la oración de este día, el esforzarnos para no pedir signos, pero si correspondencia a la Gracia de Dios con generosidad y valentía...
Nos encontramos celebrando el Año de la Fe, un tiempo precioso para actualizar esta virtud en nuestra vida diaria, en nuestro quehacer cotidiano...
Si actualizamos la Fe, viviremos de ella, y de ella daremos testimonio, y esto, casi sin darnos cuenta... ¿Soy un signo de Jesucristo para quienes me tratan.., para aquellos con los que convivo y me relaciono...? ¿Manifiesto la Verdad, el Bien y la Belleza, que es Dios mismo en mí, con la misma naturalidad que respiro, como o duermo...?
Supliquemos al Señor, que no nos muestre signos para creer, sino que creamos sin verlos... Solo así, Dios será glorificado en nosotros, siempre y en todo...
Termino esta reflexión con una vivencia familiar que leía no hace mucho y que bien podría dejarnos pensativos...
"Había estado ausente de la casa por algunos días y me preguntaba, al acercarme a ella, si mi pequeña Margarita, quien apenas podía sentarse sola, me recordaba... Para probar su memoria, me coloqué en un lugar desde donde yo podía verla, pero que ella no me podía ver a mí, y la llamé en el viejo tono familiar: "¡Mague!" Ella dejó caer sus juguetes. Otra vez repetí su nombre "¡Mague!" y habiendo inspeccionado una vez más el cuarto con su mirada, pero no viendo el rostro de su padre, se puso muy triste y volvió a tomar sus juguetes. Por tercera vez llamé "¡Mague!" y ella, dejando caer sus juguetes rompió a llorar extendiendo sus brazos en la dirección de donde provenía el sonido, sabiendo que aunque no podía ver a su padre, él debía estar allí."