Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
Continuamos hoy, por segundo día consecutivo, con la lectura del libro del Génesis sobre la creación del mundo. Dios fue creando todas las maravillas que podemos contemplar (incluso aquellas que no podemos ver y que existen. Cuántas cosas hay que han existido y que nunca han sido contempladas o admiradas por el hombre. Fueron y dejaron de ser, sin ser vistas, pero así hace Dios las cosas). Y Dios veía que todo era bueno. Y lo bendecía. En esta bendición divina está la maravilla de la creación, Su huella; y esto hace que todo sea especial, admirable, incluso para aquellos que no tienen fe o que no han conocido el anuncio de su Palabra. La huella de Dios está dentro de su creación, de sus criaturas, porque están bendecidas por El. Pero por encima de todo, está el hombre, creado con generosidad, a Su imagen y semejanza, como con un derroche de alegría.
El Salmo supone un cántico de agradecimiento, el salmista se admira de la generosidad de Dios en la creación del hombre, “apenas inferior a un Dios”. Cuando leo este Salmo, me sale una oración de súplica ante la generosidad creadora de Dios hacia el hombre: Señor, que no defraude tu ilusión en la creación del hombre, que mi vida sea un acto de agradecimiento y respuesta a tu grandiosa misericordia en la obra de la creación.
En el texto del evangelio del día de hoy, al leerlo recuerdo aquellas palabras de Jesús, en otra ocasión, exclamó con pesadumbre: “hasta cuándo voy a tener que soportaros”. Estas palabras en boca de Cristo nos pueden resultar duras pero cuando vemos ante quiénes se enfrenta, se hacen comprensibles. El corazón de los fariseos no era un corazón sencillo sino retorcido; eran unos hipócritas. Reinterpretaban el auténtico sentido de los mandamientos para ponerlos a su servicio de dominio ante el pueblo sencillo. Malentendían el corazón amoroso de Dios Padre, que puso los mandamientos para nuestro descanso (mi yugo es llevadero y mi carga ligera). Una petición: Señor, que el cumplimiento de los mandamientos tenga sólo por finalidad el amor a Ti y a los hermanos. Que el cumplimiento de la ley no sea un obstáculo para entender que, lo primero de todo, es el amor a los hermanos.
Estamos en el pórtico de la Cuaresma. Mañana miércoles, en la celebración de la imposición de la ceniza, comenzamos el camino pedagógico que nos dirige a la celebración del triduo pascual. Que crezcamos en entrega, servicio, generosidad. Dios mío, alcánzanos la gracia de la conversión.