De vez en cuando hace falta descansar el corazón, agobiado
por tantos afanes del mundo que nos preocupan y fatigan. Y a eso venimos a la
oración. Volvemos del trabajo arduo, del día a día agotador, de ese "estar
en medio del mundo" que es nuestro trabajo continuado. Es un trabajo
apasionante, sí, es el trabajo por el Reino. Pero necesitamos acudir a la
fuente si queremos llevar de este agua a quienes nos rodean.
Por ello te animo hoy a reposar el corazón, hoy el Maestro
se sienta a tu lado y quiere gastar tiempo contigo, cuéntale tus afanes, tus
miedos, tus alegrías, tus sueños. Y encontrarás consuelo, porque tendrás al
mejor amigo que puedes tener.
Después de contarle todo eso que hoy llevas en el corazón
Él te viene a contar hoy cómo se siente su corazón, cómo se siente Él. Escucha
el Evangelio, escucha cómo Dios te cuenta, con un deje de amargura en la voz,
que hay muchos que no le aman, que hay muchos que no aceptan su Amor.
Deja que la conversación continúe, que te empape en su
Amor por el mundo, por cada uno de los que te rodean, por la humanidad
necesitada de amor.
Y así, poco a poco, incluso a veces en ese silencio
confidente, a veces sin palabras, deja que tu corazón se transforme, por Su
Gracia, en el Suyo. Que seas otro Cristo para los que te ven cada mañana en el
metro, para los que trabajan contigo en el trabajo, para los amigos que pasan
el rato contigo, para tu familia, para todos los que te rodean.
Y escucha, para acabar la oración, cómo el Padre te dice,
con un cariño inmenso "Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te
marco el camino a seguir".
Porque "el que te sigue, Señor, tendrá la luz de la
vida".