Estamos en la octava de Navidad: tan grande es la fiesta
que tiene un eco de ocho días para que vayamos calando poco a poco en el
misterio de la Encarnación del Señor.
Es el último sábado del año, y por
esta razón os propongo dedicar la oración especialmente a la Virgen. Quizás el
día 31 es tiempo de hacer un balance de acción de gracias del paso de Dios por
nuestra vida en este año. Sin embargo, hoy podemos recorrer todas las gracias
que por mediación de María hemos recibido en este año 2017. Hacernos
conscientes de su presencia amorosa en este rato de oración y en todo el camino
recorrido.
Para empezar bien nuestra oración os
propongo una variante de la oración preliminar de San Ignacio: Señor, que todas
mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza
de tu divina majestad y en agradecimiento a Nuestra Señora.
El evangelio de hoy tiene a la
Sagrada Familia como protagonistas. Han entrado en el Templo para cumplir las
prescripciones de la Ley y Dios comienza a mover los corazones, primero Simeón
y en la escena de hoy aparece la profetisa Ana.
Pero no nos distraigamos de lo
esencial: lo importante es seguir a Jesús, en brazos de María, y protegidos por
San José. Ese es el centro de la creación, del cielo y la tierra. Un niño
pequeño, de pocos días, en brazos de su madre. ¡Cómo le gusta esconderse al
Señor! Quiere que crezca nuestra fe, que rasguemos apariencias de personas, de
cosas, de acontecimientos, para descubrir su maravillosa presencia. Solamente
aquellos que tienen fe (los pastores, Simeón, Ana) son capaces de descubrir el
misterio y postrarse en adoración. Porque eso es la Navidad, para eso la
Iglesia nos la vuelve a presentar cada año: para descubrir el misterio y
postrarse en adoración.
La escena que contemplamos hoy del
evangelio de Lucas, que termina con la partida hacia Nazaret y el inicio de la
vida oculta de Jesús, está encuadrada por dos citas de la actitud de la Virgen
en todos estos acontecimientos. Seguramente Lucas nos quiso dar a entender que
esta fue la actitud permanente de María en toda la vida de seguimiento de
Jesús. Lo repite por dos veces en su Evangelio:
Lc 2,19: María, por su parte,
guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
Lc 2,51: Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
Pues tomemos a María como modelo,
entremos en su escuela y aprendamos su lección de contemplación. Recojamos todo
el año, todos los acontecimientos de gracia y misericordia que nos han
acontecido en este 2017, todo el paso de Dios por nuestra vida y aprendamos de
ella a meditarlos en el corazón.
Y si nos distraemos en la oración
recitemos muy despacio el Avemaría y pidamos ayuda a nuestra Madre que estará
encantada de ponernos junto a Jesús.
¡Feliz Navidad!