En la vida de todo militante hoy es la gran fiesta de las
fiestas; por eso nuestro rato de oración lo vamos a hacer delante de Nuestra
Señora, aunque ya sabemos que Ella se va a esforzar en llevarnos a Jesús.
El Evangelio que nos propone hoy la
Iglesia es la Anunciación. La escena es impresionante: Dios le pide permiso a
una doncella para encarnarse en su seno. La grandeza de Dios nos sorprende y
nos cuesta entender sus caminos; pero ¿qué vería Dios en esa doncella para
confiarle a su propio Hijo? Dios la había preparado desde toda la eternidad: Ya
en la condena del paraíso aparece una doncella que pisará la cabeza de la
serpiente. Pero en ningún momento le quita su libertad. Todas las mujeres de
Israel deseaban tener hijos porque podrían llegar a ser la madre del Mesías y
he aquí que esta doncella lo podía conseguir.
Todos los siglos, desde la creación
del mundo, toda la creación detiene el aliento para escuchar la respuesta de la
Virgen: “Hágase en mí tu Palabra”. En ese momento esa chiquilla firmó un
documento con su sangre de compromiso con el Señor.
El día de la Inmaculada es para el militante un día de compromisos: El militante hace sus compromisos a la Virgen y para ello prepara un documento que lee esa tarde delante de la Madre.
Ojalá comprendáis hoy, que la que
hace el verdadero compromiso es Ella. Ella se compromete a más cosas que tú
porque se compromete a tomarte como hijo, a defenderte para siempre, seas fiel
o no lo seas; Ella se compromete a ser tu Madre y a cumplir con ese cometido;
y, dime la verdad, en cualquier familia: ¿quién arrastra más trabajo? ¿La madre
o el hijo? La Virgen aceptó, en aquella mañana, al Hijo de Dios en su seno y
acepta cada día a sus militantes como hijos.
Quédate el resto de tiempo de tu
oración paladeando este gran misterio: guarda todas estas cosas ponderándolas
en tu corazón. Disfruta de esta Madre y dialoga con Ella palabras de cielo.
Pasa todo este maravilloso día en su compañía.