Antes de comenzar a meditar la Palabra, conviene,
siguiendo el consejo de San Ignacio de Loyola purificar nuestra intención y
caer en la cuenta de lo que quiero. Puede ayudar para ello repetir con el
corazón, muy despacio, la siguiente oración del mismo Ignacio: “Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
Hoy las lecturas nos presentan a Esteban, protomártir.
Pidamos su intercesión, para que nuestro corazón no vacile y siga siempre, solo
y en todo al Señor.
Pero reflexión o hacerse preguntas, no es hacer oración.
Un monólogo con uno mismo no es oración. La oración es diálogo, apertura y
comunicación con Dios. La oración es un camino de amistad, que no consta sólo
de palabras y conceptos, sino sobre todo de miradas, afectos, llamadas y
respuestas. Oración es intimidad. Y más en Navidad...
Por eso, para entrar en amistad y en el servicio de
nuestro Señor, lo mejor será sumergirse en la escena del Evangelio, contemplar
la mirada con que Jesús acaricia a sus amigos (hoy, aquí, ¡a mí!), y hablar con
Él de amigo a Amigo, de corazón a Corazón.
¿Cómo impactaría, cómo se grabaría a fuego en el corazón
de Pablo, el testimonio de fe, amor y perdón de San Esteban? ¿Sería exagerado
afirmar que la fecundidad de la posterior misión de Pablo, fue regada por la
sangre de Esteban?
Hacer silencio, haciendo una pausa larga, metiéndome en la
escena, permaneciendo junto a las capas depositadas a los pies de Saulo,
escuchando su respiración, dejándome alcanzar por esas palabras finales de
Esteban que suenan a victoria: “Señor Jesús, recibe mi espíritu, no les
tengas en cuenta este pecado”.
- ¿Qué afectos se mueven en mí?
- ¿De qué modo toca mi vida (aquí, ahora) esta escena?
El nacimiento de Jesús, no es algo lejano. El nacimiento
de un niño lo cambia todo en casa (horarios, trabajo, relaciones, desvelos,
prioridades...). ¿Qué supone tu nacimiento, Señor, en mi vida de creyente? La
Iglesia nos presenta al día siguiente a Navidad, a San Esteban. ¿Casualidad?
¿Puede separarse el pesebre de la cruz? ¿La Encarnación es lejana a la Pasión y
Resurrección? “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean
puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.