29 diciembre 2017. Quinto día de la Octava de Navidad – Santo Tomás Becket – Puntos de oración

Primera lectura
Quien ama de verdad sabe de gozo y de dolor. Quien no ama de verdad encuentra dolor en casi todo, incluso en lo que parece bueno. La reflexión de san Juan sobre la vida en la luz de Dios continúa siendo hoy guía de nuestra existencia, a través de la primera lectura. Si creemos en Dios y en Jesucristo, volvamos a emprender con renovada ilusión el camino que nos lleva hacia Él en fidelidad amorosa, aunque llenos de miserias por nuestra flaqueza, pero con una confianza filial.
Conocer a Dios por la fe no es un juego de pensamientos sino más bien un compromiso de vida asumido y mantenido con gozo.
La carta de Juan es terminante: no haya engaños en nuestra vida, pues, entre ser fieles o ser infieles no hay término medio (aunque por nuestra debilidad fallemos muchas veces...pero a empezar de nuevo sin cansarse...). Sólo la verdad, perfectamente asumida, con compromiso de fidelidad, nos hace libres en el espíritu.
Miremos más alto, aunque hayamos de tener siempre los pies en la tierra. Puesto que por medio de la fe y del Bautismo hemos sido consagrados a Dios, unidos a Jesucristo y hechos templo del Espíritu Santo, seamos un signo claro del amor que Dios nos tiene, amando al estilo del amor con que Cristo nos ha amado.
Salmo
A Dios dirigimos el canto nuevo que brota de la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Desde la venida de Cristo ya no le cantamos a Dios, Él canta desde nosotros, pues nosotros hemos sido unidos a Él como hijos por vivir en comunión con Cristo Jesús, su Hijo. Y junto con los redimidos la creación entera se convierte en una alabanza del Nombre de Dios. Nuestra vida, convertida en un canto de amor a Dios como Padre nuestro, debe convertirse también en un cántico de amor fraterno mediante el cual alegremos a los pobres y a los necesitados por socorrerlos y ayudarlos a salir de sus limitaciones materiales. Ese anuncio gozoso debe llegar también a los pecadores, los cuales, tratados con el mismo amor con que Cristo busca la oveja descarriada hasta encontrarla y llevarla sobre sus hombros de vuelta a casa, han de experimentar esa preocupación de Cristo desde quienes creemos en Él.
Evangelio
Dios ha cumplido sus promesas de salvación; en Jesús no sólo los Judíos tienen el camino abierto hacia Dios, sino los hombres de todos los tiempos y lugares, pues el Señor vino como luz de las naciones y gloria de su Pueblo Israel. Jesús es el consagrado al Padre, y como tal está dispuesto a hacer en todo su voluntad.
Simeón ha recibido del Espíritu Santo la revelación de que no moriría sin ver a Cristo. Va al Templo y, al recibir en sus brazos lleno de alegría al Mesías, le dice: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación» (Lc 2,29-30). En esta Navidad, con ojos de fe contemplemos a Jesús que viene a salvarnos con su nacimiento. Así como Simeón entonó el canto de acción de gracias, alegrémonos cantando delante del Belén, en familia, y en nuestro corazón, pues nos sabemos salvados por el Niño Jesús.
María y Jesús, y con ellos José, hacen a Dios la ofrenda total. Jesús se ofrece a sí mismo para la obra que ha de realizar. María ofrenda lo más grande que tiene, a su Hijo, para que se culmine la historia de salvación. Y José, el hombre justo, ofrece a Jesús y María, y se ofrece también a sí mismo para lo que Dios quiera, que será mucho en la infancia y juventud de Jesús.
ORACIÓN FINAL

Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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