En este año que se acaba marcado por la declaración de
Venerable de nuestro Padre Morales, y en este su último día, el AGRADECIMIENTO
debe ser el tono y estilo de nuestra oración.
Agradecemos a Jesús y a María el
habernos dado un “padre en la fe y en el estilo de vida”, un hombre, Tomás
Morales, que con su grandeza humana indiscutible, pero también con todas sus
limitaciones y miserias, se dejó alcanzar por el Amor de Dios y seducido por la
encarnación y enamorado de la Virgen Madre, nos enseñó a valorar el bautismo y
a tender a la santidad en la vida ordinaria.
Recogemos con cariño su carisma y
espiritualidad, y entregamos hoy al Señor todo nuestro quehacer del año que se
acaba, porque nos enseñó a ofrecernos a Dios cada día viviendo con amor los
pequeños detalles. Por eso, en esta oración, recogemos y ofrecemos a Dios por
María todo el conjunto de acciones, vivencias, acontecimientos y circunstancias
que han tejido nuestra vida, la de cada uno, en este año. Las entregamos a la
Virgen para que en la Eucaristía las ofrezca al Padre como nuestro sacrificio
agradable y espiritual.
Si nuestra ofrenda es pequeña y
pobre, y aún más está manchada por el egoísmo, el Padre Morales, con su vida y
palabra, nos indica que no hay que cansarse de estar empezando siempre y nos
señala a Santa Teresita y las manos vacías como el medio para seguir caminando
sin desconfianzas, porque tenemos que dejar a Dios actuar a través nuestra. No
pensar que en nosotros está la fuerza o la virtud, sino creer en ese Dios
pequeño, encarnado, que vive y actúa en cada uno por la gracia.
Nos enseñó el Padre Morales a mirar
al mundo y a sentirnos responsables de su salvación. En este año que hoy acaba
la Virgen de Fátima nos ha pedido de nuevo que nos asociemos a los pastorcitos
Francisco y Jacinta y que como ellos ofrezcamos oraciones y pequeños
sacrificios por los pecadores. La Virgen hace posible que un nuevo camino de
misericordia y salvación se abra para el mundo.
Por ello, en este 31 de diciembre, la
mirada al mundo se transforma en oración de petición por la salvación de todos
nuestros hermanos y en compromiso apostólico para irradiar el amor y la luz de
Jesús en los ambientes cotidianos, en la amistad y en la familia.
Que el compromiso de este último día
del año que vence, nos espolee a la acción y a la oración durante todos los
días del año que vamos a estrenar. ¡Que la Virgen María infunda en nuestro
corazón el ardor misionero que late en el suyo, Madre de la Iglesia y Reina del
mundo!