“A Dios que concede el hablar y el escuchar le pido hablar
de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y escuchar de tal manera
que no caiga en la tristeza el que habla”
La venida que esperamos ahora no es, en formas,
espectacular, como se describe en la primera lectura (que hace más referencia a
la Segunda Venida del Señor en gloria y poderío). Sin embargo, sí es un hecho
espectacular.
Cuentan que los animales, cuando se acerca un fenómeno
físico (terremoto, tormenta, etc.), lo presienten y se preparan para hacer
frente a ello. Ante este magnífico hecho, ¿cómo está mi expectación? ¿Cómo va
mi preparación inmediata? Estamos a punto de vivir la tormenta. En
vez de agua, nos baja del Cielo el mismo Dios. ¿Cómo va mi tierra donde va a
caer esta lluvia? Ese “Alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación” es la
versión bíblica de “Espabila, que viene ya”. Ante esta lluvia de gracia,
¿he arado la tierra para que penetre bien en mis surcos? Preparar mi tierra es
lo que dice el salmo: caminar por las sendas del Señor que son de Misericordia
y lealtad. Humildad para que Él mismo nos meta por sus caminos. Como Zacarías,
que a pesar de la duda, entró por esos designios del Señor para concebir a
Juan, que por cierto, en hebreo significa “Dios ha perdonado” o “Dios tiene
misericordia”.
Por último, señalar los dos frutos de entrar por estos
caminos del Señor. El primer fruto es el niño, Juan, que visto el significado,
podríamos decir que entrar por los caminos del Señor nos hace toparnos con la
Misericordia, el perdón y el Amor del Señor. El segundo fruto, bendecir a Dios,
entrar en especial consonancia con Él que se “nos suelte la lengua y bendigamos
a Dios”.
Nos encomendamos a María que acogió al Señor que viene de
forma perfecta, que dio en Ella frutos perfectos, que vivió en perfecta
sintonía con el Señor que viene.
Feliz oración. Feliz venida del Salvador.