Oración preparatoria. Señor: abre mis oídos y mi corazón para escuchar y entender tus palabras. ¡Oh, Dios! Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro.
Podemos fijarnos en tres detalles que nos comunica Jesús en el evangelio de hoy.
1) “Escuchad y entended todos”. Jesús quiere hablarnos en la oración y a lo largo del día. Pero para ello tenemos que guardar silencio. Silencio exterior (¡qué difícil es escuchar cuando vivimos inmersos en una atmósfera de ruido!) y, sobre todo, silencio interior: de labios, de sentidos, de imaginación… Pero no basta hacer silencio: necesitamos una disposición de apertura: un corazón que sepa escuchar…
- Y continúa diciendo el Señor: “el que tenga oídos para oír, que oiga”. De aquí se deduce que podemos tener oídos, ¡pero no para oír! Como los ídolos de piedra, que tenían oídos, pero no oían. Eso nos puede pasar si dejamos que el corazón se nos vaya volviendo duro como una piedra: no captará el sonido, no resonará con la voz, no transmitirá la palabra con fidelidad, y no entenderá el mensaje que le llega.
- El que ha afinado los oídos en la escucha de Dios, será capaz de escuchar también a los hombres. Hemos sido llamados a desarrollar nuestra vida en medio del mundo, el Señor quiere que estemos atentos a los problemas de los hombres. Que desarrollemos una finura de oído capaz de percibir las necesidades más profundas de los que nos rodean. Con la actitud de la Virgen en las bodas de Caná.
2) No basta con escuchar. El Señor –como a sus discípulos- nos llama a comprender, y se extraña de nuestra falta de entendimiento: “¿tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis?” Y es que nuestro corazón muchas veces se deja llevar por la lógica del mundo, y le cuesta ver la realidad a la luz de la fe, con los ojos de Dios.
- Por eso no nos cansemos de pedirle al Señor, como los discípulos, que nos explique la parábola, más aún, que nos conceda el Espíritu Santo, que nos ilumine con su don de entendimiento. Y que lo haga, como en la escena de hoy, entrando en casa, en la intimidad de la oración, dejándonos estar a sus pies, como María en Betania.
3) ¿Qué quiere el Señor que escuchemos y comprendamos hoy? Que la pureza y la impureza se encuentran en el corazón del hombre y se manifiestan al exterior: “nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro”. No hay cosas puras o impuras, sino hombres puros o impuros de corazón.
- Señor: danos un corazón puro. Renuévanos por dentro. Limpia nuestro corazón. Aprovechemos nuestros momentos de balance para abrir nuestro corazón al Señor para que lo limpie y lo cure. Él ya sabe que está manchado y enfermo. Pero quiere que vayamos a Él para que lo purifique. Acudamos con frecuencia a la confesión.
4) Mañana, día 11, celebraremos la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Que el día de hoy sea una preparación para esta celebración. María ha sido la que mejor ha escuchado y ha entendido a Jesús (conservaba todas las cosas y las meditaba en su corazón). Y Ella es también la mujer de corazón puro, la llena de gracia, la Inmaculada.
Oración final. Madre nuestra Santa María de Nazaret, de Caná y de Lourdes: enséñanos a escuchar a tu Hijo. Abre nuestro entendimiento a sus palabras. Alcánzanos un corazón puro como el tuyo. Abre nuestro corazón a la acción de Dios.