1. Oración preparatoria: Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad. (EE 46)
2. Petición: “Conoscimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar, y conoscimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar." (EE. 139)
3. Puntos para orar.
Hoy el tema de meditación en las dos lecturas y también en el salmo es la oración de petición. En el libro de Ester se nos refiere la oración de la reina Ester a Dios en un momento de angustia del que dependía la suerte del pueblo judío. Jesús mismo nos enseña como tenemos que pedir a Dios. Pone el ejemplo de un padre que da cosas buenas a sus hijos. Dios nos quiere y quiere darnos también cosas buenas y quiere que se las pidamos: “pedid y recibiréis,…”
En la oración de hoy colocarnos ante el Señor y pedirle con la confianza que él nos da. Quiere que le pidamos y quiere mover nuestros corazones para que le pidamos los mejores dones. Una buena petición puede ser cómo hicieron los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”. Al ver mi pobreza para hacer oración, pedirle que me instruya en lo interior y que sea dócil a sus inspiraciones.
Repetir las palabras del salmo 137: “cuando te invoqué me escuchaste Señor; acreciste el valor de mi alma”
Durante el día intentar en estos días de Cuaresma intensificar la oración procurando por ejemplo hacer una visita sin prisa a Jesús sacramentado. También rezar con calma el rosario, tan recomendado siempre en la Iglesia, o el Vía crucis, especialmente los viernes de Cuaresma.
4. Unos minutos antes del final de la oración: Invocación de petición a la Virgen:
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido desamparado de ti. Animado por esta confianza, a ti también acudo, ¡oh Virgen, Madre de las vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches mis súplicas, ¡oh Madre del Verbo Divino!, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.
5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.
* Nota: las siglas “EE” remiten al libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola y al número que se indica.