Mañana, aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes. Ya la misma liturgia nos lo recuerda alterando la lectura continuada del evangelio de san Marcos e intercalando mañana en la Misa el pasaje de las bodas de Caná, narrado por el evangelista san Juan.
Y nuestra oración de mañana, como no podía ser de otra forma, transcurrirá en espíritu ante la gruta de Massabielle. Rumor de las aguas de Gave a nuestra espalda, perspectiva maravillosa de los Pirineos nevados, y nuestra mirada posada extáticamente sobre la imagen entrañable de la Virgen. “Era tan hermosa, que cuando se la ha contemplado una vez uno desea morir para poder verla de nuevo”, confesaba santa Bernadette.
En palabras del P. Morales, el militante “en obediencia de fe a Cristo su Señor –como Juan Pablo II- la toma como Madre, y con su dulce nombre siempre en su corazón, la invoca sin cesar. No puede olvidarla ni un momento. Vuelve sus ojos a María a cada instante, como santa Teresa de Lisieux, de niña, volvía la cabeza a cada peldaño que subía para mirar y llamar a su madre “.
Contemplando así su imagen querida, iremos repitiendo, una y otra vez: “Te quiero, me ofrezco, ayúdame”. Te quiero, y quiero quererte más. Sólo así, con el corazón lleno de tu amor, estaré inmunizado, no me contagiarán afectos mundanos, seré fiel hasta la muerte. Me ofrezco, tratando de secundar tu consigna: “Penitencia por la conversión de los pecadores, para que la juventud tenga vida y la tenga más abundante”. Ayúdame. Sobre todo, esto. Somos la debilidad andando, caemos mil veces en este camino de la santidad. Y por eso, cada noche, a lo largo de esta cuaresma a punto de iniciarse, te pediremos en nuestra oración vespertina un milagro, el milagro que más te agrada dispensar: entrar en el camino de la santidad. Santidad sencilla y alegre como la tuya, sin acciones brillantes; que se sepa ocultar siempre sin llamar la atención nunca.
Así secundaremos la petición que hiciste sin titubeos a los sirvientes en la boda de Cana: “Haced lo que Él os diga”. Y se transformará el agua de nuestras acciones sencillas, cotidianas, prosaicas, en el vino de una participación corredentora para que todos los hombres Le amen y lleguen al conocimiento de la verdad.
Santa María de Lourdes: Ruega por nosotros, tus militantes.