Acabamos de empezar el tiempo fuerte de Cuaresma que la Iglesia nos ofrece para prepararnos a vivir con mayor intensidad; se nos dice que estos días de Cuaresma son días especiales de gracias de conversión.
Para que estos días podamos acoger esas gracias necesitamos prepararnos como nos preparamos para vivir todo acontecimiento importante en nuestra vida, disponernos para que fructifiquen en nosotros las gracias que el Señor y su Madre nos quieren conceder y así llegar al Triduo Santo en el que celebraremos la Pasión, Muerte y Resurrección del Jesús.
La experiencia nos enseñas que toda obra buena cuesta trabajo. Es difícil encontrar una razón, pero es así. Todo progreso de la humanidad es al precio de grandes sufrimientos y trabajos. Para Cristo como hombre ha sido igual.
Hoy en el evangelio Jesús nos dice: “el que quiera seguirme, que se niegue así mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Es el programa que nos ofrece para caminar con Él hasta el Calvario que nos llevará a la Resurrección.
Sólo llega a la cima de la montaña quien no se cansa de estar intentándolo cada día, quien no ha perdido la confianza en Aquel que nos ha propuesto que le sigamos “para que quien le siga en la pena, también le siga en la gloria” (san Ignacio).
Cada día nos toca afrontar miles de dificultades en el seguimiento de Jesús y encontraremos muchos obstáculos. Se dice que la paciencia es la virtud de los santos y la que nos reconcilia con el mal que no podemos impedir. “Por nuestra paciencia salvaremos nuestras almas”.
Pero nosotros los creyentes en Dios tenemos una doble ayuda: la promesa de que Dios no nos impondrá una cruz más pesada de lo que podamos soportar y la promesa de que, en las dificultades, Dios nos da una ayuda especial.
En ese seguimiento que Jesús nos presenta nos ocurrirá lo que se narra en la vida de san Wenceslao, que descalzo, llevaba limosna a los pobres. El paje que le seguía se quejaba del frio y entonces el santo le dijo que pusiera los pies en sus huellas y ocurrió el milagro: los pies del paje se calentaron.
El seguimiento de Cristo aligera el peso de las dificultades, incluso los sufrimientos del martirio y ayuda a entender el sentido positivo del sufrimiento llevando la cruz junto al Salvador del mundo, pues no es pesada la cruz que Dios nos manda, sino la que nos preparamos nosotros solos.
Santa María, ponnos junto a tu Hijo para vivir esta Cuaresma y así llegar a la cima del Calvario y después a la mañana de la Resurrección.