En la presencia del Señor invocamos al Espíritu Santo y a nuestros santos más queridos. Nos humillamos en su presencia y le damos gracias por tanto bien. Abriéndonos a su Amor deseamos querer sólo lo que El quiera, como El quiera y cuando El quiera.
Y en el corazón de la Madre comenzamos nuestra oración
Primer Libro de los Reyes 12,26-32.13, 33-34.
Jeroboám falsificó la fiesta de Jerusalén para apropiársela y que todos le amasen. Por su parte provocó la destrucción del mismo templo de Dios y el templo de los hombres. Él mismo se destruyó, porque su fe nunca apareció sino sólo el poder. Y así, mirando y meditando estas lecturas vemos que lo más importante de todo es amar con el corazón inmensamente a Dios: sinceramente y con alegría, confianza y con fe guardarle siempre en nuestra alma, porque es un tesoro tener a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Amor. Siempre muy cerca, tan dentro de nuestro corazón. No adoremos a nadie, solamente a Dios, porque es el único rey del cielo y tierra. Pero sobre todo rey del amor. No falla, no duda y no es otra cosa que sólo amor y lo demás sobra. Amemos con todas las fuerzas que podamos a Dios.
Salmo 105,6-7.19-20.21-22.
- Siempre cometemos tonterías. No lo queremos hacer, pero pensamos: es mejor lo que yo hago que lo que verdaderamente deberíamos hacer. Sólo pensamos en nosotros, y no vemos tu verdadero amor.
- Si todo nos lo diste, Seño, y todo nos lo das, ¿por qué no te sabemos amar, mi Dios? Si en nuestro pasado no conocimos tan bello amor, perdónanos, Señor; y de nuevo empecemos el camino. De nuevo, PADRE y protector, no quisiera olvidarme ni un instante de tu corazón. Recordaré por siempre, cómo a nuestros padres les libraste en Egipto y junto al mar Rojo, en el país de Cam.
Evangelio según San Marcos 8,1-10.
Jesús, estando con los discípulos les decía la pena que sentía de la gente al haber estado con él tres días y sin comer nada. Les dijo: traed esos panes y esos peces y dadles de comer. Todavía le sobraron 7 canastas y dio de comer sobre 4000, y luego se marchó a otro lugar, a Dalmanuta.
Pensemos cómo Jesús hoy nos ve que, deseando seguirle, nos quedamos exhaustos por la fatiga de la continuidad en el trabajo. Cómo El se compadece y busca alimentar nuestro cansado corazón (por la Eucaristía, personas que nos rodean, circunstancias…) ¡Qué bueno es Jesús! ¡qué lindo es su corazón!, como dicen nuestros hermanos hispanos.
Pero también vemos como Jesús ayudaba pero a través de sus discípulos. Y esos somos tú y yo. Vayamos por todos los lugares, proclamando su amor, digamos de corazón cuánto le amamos. El Reino está en nuestro corazón: es amor, es paz, es alegría, tiene paciencia, no se enoja por nada ni se enfada en ningún momento.