Una petición. Comenzamos pidiéndole al Señor que prepare ya nuestro corazón a la Cuaresma que comenzaremos el miércoles, rechazando el pecado con toda nuestra fuerza y confiando en Él en la prueba.
Meditamos en la escritura. Las lecturas de hoy nos hablan de la prueba y de la tentación. Santiago nos escribirá en la primera lectura
- Dichoso el hombre que soporta la prueba,
- Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; (…)
- A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendra muerte.
Y el salmo nos dirá:
- Dichoso el hombre a quien tú educas,
- Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene;
- Cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia.
Y es que, si la tentación y las pruebas son una verdad en nuestra vida, la presencia y la cercanía del Señor lo son todavía mucho más.
Pero ¡cuántas veces no desconfiamos de su providencia! Me parece que algo de esto hay en el reproche que Jesús les hace a los discípulos en el Evangelio. Efectivamente ellos habían visto el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Y todavía parecen desconfiar de la providencia de Dios y del poder de Jesús.
¿No me pasará algo así a mí también? ¿Cómo me veo en las tentaciones y en las pruebas? ¿Recurro a su ayuda o intento salir por mi propia fuerza? ¿Confío en él?
Oramos: Actualizamos los momentos de dificultades que estamos pasando. Las ponemos delante del Señor, que navega con nosotros en la barca. Y se las vamos presentando. Mis estudios, mis miedos al futuro, mis remordimientos por cosas hechas, mis broncas, mis fracasos… Y repito con el salmo:
- Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene
Señor, conoces mi fragilidad. Pero, precisamente porque soy pequeño sé que no puedo poner mi confianza en mis fortalezas sino en tu Fortaleza, en ti. Señor, confío en ti. Sé que me sostendrás en mi camino, y que si caigo, me levantarás.
Porque, Jesús, tú vas en mi barca.
A veces, soy torpe y me cuesta reconocer tu presencia y tu acción. Pero, hoy no me cabe duda. Tú estás conmigo y no tengo nada que temer.