A veces las personas queremos entender cada situación que ocurre, tanto a nosotros como a los demás, le pedimos a Dios que nos explique el porqué de ciertas cosas que no estamos preparados para entenderlas; y nosotros, las personas, creemos que estamos perfectamente capacitados para entenderlas y, no comprendiendo las razones de Dios, le empezamos por criticar, pasamos a dejarlo de lado y finalmente hasta dudar de Él y algunos a negarlo; cuando realmente Él no desea que ahora entendamos si no que tan sólo confiemos. En esta actitud de confianza, recordemos que es donde se manifiesta el espíritu del niño que se abre al saber y cercanía de Dios; al dejar de hacer preguntas desordenadas y dejar que Él se nos comunique ordenadamente dejamos paso a la puerta del tiempo, ya que Dios está fuera de él. El factor tiempo es muy importante en nuestra vida de oración, primero dejar ir viendo cómo va evolucionando a lo largo de los meses, años...; no darle prisa queriendo por la fuerza encontrar algo que sólo viene con la gracia de Dios; por otra parte, deberíamos poder ir a hacer un rato de oración sin reloj, en una capilla, diciéndole a Dios: “vengo a estar contigo, el tiempo que haga falta, hasta que después de haberme serenado contándote muchas cosas en desorden, entre yo poco a poco en oración y comience a oír tu voz que me susurra al corazón”; esto es prácticamente imposible observando el avance de las diferentes agujas del reloj y organizándome el horario del día en ese momento.
A la pregunta poco oportuna que los fariseos le formulan a Jesús, Él atina genialmente, mostrándoles que en la Vida Eterna, todos seremos iguales, hijos de Dios, y que será el alma la que reine. Ellos le dicen “Bien dicho, Maestro”, ya que les ha quedado calmada su terrena duda; pero desde ese momento que consideran finalizada la enseñanza, empezaría a hacer poso en su interior y a ir aclarando más dudas y a suscitar otras. Igualmente, dejemos que sigan resonando palabras o frases del Evangelio que nos hayan llamado la atención o que nos hayan clarificado, porque seguramente tendrán más cosas que decirnos. No se nos termine nunca la pasión por oír la palabra silenciosa que nos tiene preparada el Señor.