El último viernes previo al adviento la liturgia nos regala con la festividad del apóstol. Andrés, el hermano de Pedro. Gracias a ellos, los apóstoles, la Iglesia se consolidó y se difundió por todo el mundo. A su palabra, testimoniada con la entrega de su vida, debemos el que hoy el cristianismo esté difundido por todo el mundo.
Han pasado tantos años y siguen haciendo falta apóstoles que hablen de Jesucristo. Da la impresión que a tantas personas no les hace falta creer, que son felices, saben lo que quieren y no necesitan de creencias para vivir la vida al máximo. Tantos son bautizados que al crecer han dejado la fe en un rincón de sus vidas.
No importa, el cristiano tiene el deber de anunciar a Jesucristo, porque sabe que “nadie que cree en él quedará defraudado”. Pidamos al Señor nos trasforme en alegres testigos del evangelio en este mundo en plena crisis económica, mostrando al mundo una razón por la cual vivir.