29 noviembre 2012. Jueves de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN

Nos ponemos en la presencia de Dios, acompañados por la ayuda del Espíritu Santo y en el regazo de María.

Hacemos un acto de fe profundo (estamos en el año de la fe). Si nos ayuda comenzamos recitando pausadamente el credo. Lo brindo para todos los días de este año.

1.- La agonía de la historia

Anuncio del asedio y ruina de Jerusalén, y señales cósmicas que precederán a la última venida de Cristo en poder y gloria.

La primera destrucción total de Jerusalén tuvo lugar en Agosto del año 70, bajo las legiones de Tito. La segunda el año 135 en tiempos de Adriano. Según Jesús, en esa ruina, como en la de otras ciudades de la Biblia, y en las catástrofes históricas de Israel: guerras, destierros y deportaciones, hay que ver algo más que un mero suceso político- social. Es también un acontecimiento religioso.

Esto nos enseña a descubrir a Dios más allá de lo que contemplan nuestros ojos, o más bien, a través de lo que vemos, aunque sea trágico. En todos los acontecimientos de nuestra existencia está siempre presente Dios.

2.- Se acerca vuestra liberación

El evangelio de hoy concluye con un grito de consuelo y esperanza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”.

No son la destrucción y la muerte quienes tienen la última palabra, sino la liberación y la vida, porque Cristo resucitado es el Señor del cosmos y de la historia.

Cada etapa de la evangelización del mundo, cada conversión personal del corazón, cada hombre y cada mujer que se abren al Espíritu, son jalones en la marcha de la historia hacia la venida gloriosa de Cristo. Se va adelantando así la hora de nuestra liberación definitiva. Como ocurre hoy mismo con este rato de oración que realizo.

El hombre es un ser que espera, y sólo esperando puede sobrevivir. ¿Qué será de aquellos que no esperan nada?

Pero nosotros aguardamos un Salvador, Jesucristo, el Señor. Y ya está cerca, viene cada día, viene en cada situación de mi vida, también en las difíciles.

Ningún otro nos puede liberar, ni bajo el cielo ni sobre la tierra, no hay nadie más en quien podamos confiar a fondo perdido (Hch, 4, 11)

Cobremos ánimo en nuestra oración, se acerca nuestra liberación. Es ya una realidad presente que se nos da hecho Eucaristía.

Santa María, tú que acogiste a este Salvador, enséñanos a tener un corazón abierto y esperanzado. Amén.

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