9 noviembre 2012. Viernes de la XXXI semana de T.O. Dedicación de la Basílica de Letrán – Puntos de oración

* Primera lectura: El templo futuro de la visión de Ezequiel es manantial de vida. En él nace un río abundante, que, como los del paraíso, anima vegetación a su paso, produce vida animal hasta en el mar Muerto y hace crecer frutos -alimento y medicina-. Los visionarios términos orientan hacia Dios, la fuente de la vida. El agua, como el aliento, es su principio y símbolo. La realidad de la visión está en el fondo del alma del que habla con Dios.

* Salmo responsorial: El Salmo 45 es un cántico de la gran confianza que el pueblo de Dios ha de tener en Yahvé. Dios está en medio de la ciudad, en medio de su pueblo. Por lo tanto no hay nada que temer: "Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza". Puedes ser que el origen del salmo se deba a la gran alegría que siguió a la retirada del ejército de Senaquerib, rey de Asiria, que sitiaba Jerusalén el año 701 a.C. La capital de Judá estaba en sumo peligro y su ruina parecía inminente. El poderoso ejército asirio había invadido el país y años atrás había conquistado la ciudad de Samaria llevándose deportados a sus habitantes. El rey de Jerusalén, Ezequías, flaquea en su fe. Pero allí está el profeta Isaías que le infunde confianza. Improvisadamente, en una noche, una tremenda plaga azota el campamento enemigo y millares de soldados quedan muertos. El sitio de la ciudad es levantado. Senaquerib huye precipitadamente a Nínive y entrando en el templo de Nisroc es muerto por la espada (2 Re cc. 18-19). Estos acontecimientos despertaron en el pueblo judío un enorme alborozo. Vieron palpable la mano de Yahvé que les había sacado del peligro, que les había ayudado. Es muy probable que este pequeño poema provenga de aquel tiempo y exprese los sentimientos comunes que llenaron el corazón de Jerusalén y de Judá ante una liberación tan extraordinaria. Es un canto a la confianza total en Dios, en la seguridad de que Dios está en medio de su pueblo, y por esto ni enemigos ni extraños no podrán nunca con él.

Hace mención del correr de las acequias que alegran la ciudad de Dios. En el libro de Isaías (c. 8) encontramos la descripción de las aguas de Siloé que corren mansamente y en silencio bajo la ciudad. Son el símbolo de los beneficios de Dios y de su protección, de la vida de la ciudad y de la paz que reina en ella.

* Segunda lectura: Los cristianos debemos ser conscientes de nuestra dignidad: todo está concebido por Dios en función del servicio humano. Por lo tanto, cuando se nos puedan presentar situaciones, personas, cosas... con pretensión de dominarnos, debemos caer en la cuenta de que somos hijos de Dios, templos de Dios. Cada hombre y cada mujer somos sagrados. ¿Nos damos cuenta de esto? De ahí deriva el amor, el respeto, la comprensión, el perdón.

* Evangelio: La lectura evangélica de hoy está enmarcada por dos referencias a la Pascua: "se acercaba la Pascua de los judíos" (versículo 13); "cuando resucitó de entre los muertos" (versículo 22). Este último versículo, además, nos da la perspectiva desde la que se interpreta y se ve en todo su significado el gesto de Jesús: después de la resurrección de Jesús se va comprendiendo todo su alcance.

Teniendo en cuenta la teología de Juan, que interpreta el hecho a partir de la resurrección, se puede considerar que la intención de Jesús no era sólo la de purificar el templo (de hecho los cambistas y los vendedores de animales eran necesarios), sino la de suprimir el templo sustituyéndolo por "el templo de su cuerpo"; para la teología del evangelista Juan el templo es Jesús resucitado ("templo no vi ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero": Ap 21,22).

Jesús no quiere dar a los judíos otro signo que el de su muerte y resurrección, que es la máxima manifestación de la gloria de Dios, de su amor y entrega a los hombres. De hecho, la muerte y resurrección de Jesús no significan la destrucción de la presencia de Dios entre los hombres, sino la supresión de todo templo excepto el del cuerpo glorioso de Cristo, santuario donde habita la plenitud del Espíritu Santo.

ORACIÓN FINAL:

Oh Dios, tú que has preparado en el Corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo, haz que nosotros, por intercesión de la Virgen, lleguemos a ser templos dignos de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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