Hoy quizá nos haya costado un poco
sacar un rato para hacer oración, quizá algunos lo hagan en el coche yendo a
los diferentes lugares en los que los miembros del Movimiento de Santa María
vamos a vivir estos días santos.
Estaremos en distintas ciudades pero,
eso sí, muy unidos entre nosotros a través de la Virgen, de quien no tenemos
que separarnos para no perder detalle de todo lo que va a ocurrir y para
aprender a vivir el misterio de la Pasión con una fe tan grande como la suya.
Unidos, como movimiento y como parte de la Iglesia universal, perseguida en
tantos lugares, en los que celebrar la Semana Santa supone correr un grave
peligro.
Hoy, el evangelio nos muestra una
escena “poco amable”. Jesús advierte “uno
de vosotros me va a entregar”. No le apena el propio pecado, sino saber que su
discípulo va a renunciar al perdón, se va a ahogar en su pecado, rechazando las
continuas muestras de afecto de su Maestro. Le apena que se cierre a su
misericordia. Quizá nosotros no nos sintamos unos Judas, pero Jesús murió por
nuestros pecados de igual manera que lo hizo por los suyos. Para él y para cada
uno de nosotros era la gracia de la salvación que ahora tenemos la oportunidad
de acoger, siendo conscientes de nuestras miserias, pero siendo conscientes de
que Dios no se cansa nunca de estar empezando siempre con nosotros.
Pidamos la gracia de vivir estos días
con plena conciencia de nuestro protagonismo, sabiendo que Jesús muere por cada
uno de nosotros. Pidamos entender que la pasión es una mano tendida; extendida
en la cruz, para que nos agarremos a Jesús y con Él alcancemos la resurrección.