Oración preparatoria: Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones
sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.
Composición de lugar: Os propongo la escena del evangelio de Lucas y de modo gráfico
el cuadro de Caravaggio sobre la incredulidad de Tomás, que podéis ver en esta
página http://culturageneral.net/pintura/cuadros/jpg/la_incredulidad_de_santo_tomas.jpg
La incredulidad y la duda de Tomás
fue una actitud común entre los apóstoles ante las primeras apariciones de
Jesús.
Veamos los versículos paso a paso:
Lucas 24,35: De retorno a Jerusalén, los dos discípulos que habían
visto a Jesús en Emaús, encontraron a la comunidad reunida y comunicaron la
experiencia que habían tenido. Ellos narran lo que aconteció por el camino y
cómo reconocieron a Jesús en la fracción del pan. En muchas ocasiones otros nos
cuentan su experiencia de Dios, pero nuestro corazón sigue frío y no nos
dejamos afectar.
Lucas 24,36-37: En este momento, Jesús se hace presente en medio de ellos
y dice: “¡Paz a vosotros!” En el evangelio de Juan ese es el saludo más
frecuente de Jesús: “¡La Paz esté con vosotros!” (Jn 14,27; 16,33;
20,19.21.26). Pero los discípulos, viendo a Jesús, se llenaron de miedo. No
reconocen a Jesús, se imaginan que están viendo un espíritu, un fantasma. El
miedo, el temor, la tristeza… las pasiones humanas son una barrera para la fe y
el amor. Por eso, en el primer instante los discípulos no ven a Jesús y no
consiguen creer. El miedo no les deja acercarse a la verdad. Y precisamente
porque lo sabía Jesús ha comenzado con el saludo y el deseo de la paz.
Necesitamos de la paz, del
sosiego, del silencio interior para rasgar el velo de las apariencias y
descubrir a Jesús presente en nosotros.
Lucas 24,38-43: Jesús nos ayuda a superar las pasiones y la incredulidad.
Jesús hace dos cosas para ayudar a los discípulos a superar el miedo y la
incredulidad. Primero les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y
manda palpar el cuerpo, como hizo con Tomás, diciendo: “un espíritu no tiene
carne y huesos, como veis que yo tengo.” Ahora la emoción del miedo va siendo
superada por la alegría, pero por si queda algo de incredulidad Jesús insiste
en una segunda prueba: come delante de ellos.
Jesús es el gran pedagogo que nos
enseña cómo debemos prepararnos para llegar a la fe y al encuentro con él. No
podemos saltarnos los preliminares y la preparación. Solamente después de haber
pacificado el corazón y serenado las pasiones, solamente después de los
preludios en nuestra oración de cada día podemos llegar al coloquio con Jesús.
Ahora es el momento de acoger su mensaje de resurrección.
Lucas 24,44-48: Su mensaje es primero una clave de lectura para comprender
el sentido nuevo de la Escritura. Ella había anunciado ya que el Cristo debía
padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día y que se predicaría en
su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones. Jesús
les mostró que esto ya estaba escrito en la Ley de Moisés, en los profetas y en
los Salmos. Jesús resucitado, vivo en medio de ellos, se vuelve la clave para
abrir el sentido total de la Sagrada Escritura. “Vosotros sois testigos de
esto”. En esta orden final está nuestra misión: ser testigos de la
resurrección, para que quede manifiesto el amor de Dios que nos salva, nos
acoge y nos perdona.
Podemos terminar la oración
pidiéndole a la Virgen, rezando la oración del “Regina”, que nos ayude a
descubrir, amar y seguir a Jesús resucitado.