Comencemos nuestra oración poniéndonos en presencia de Dios, cayendo
en la cuenta de la real y gran fuerza que tiene la oración y con la disposición
de abrir el corazón a Dios para dejarle hablar en lo más profundo de nuestro
ser.
Hoy os
invito a ponernos en el lugar de los apóstoles y descubrir a Dios en el día a
día.
Ellos se
deciden a ir a pescar, reanudar su trabajo, igual que nosotros vamos a nuestras
obligaciones profesionales, o nos ponemos a trabajar apostólicamente o en
nuestras responsabilidades vocacionales.
Al igual
que nosotros, los apóstoles vienen de estar toda la noche pescando con las
manos vacías, aparentemente todo el trabajo ha sido para nada, hubiera sido
mejor que se hubieran quedado en casa haciendo algo un poco más rentable, más
eficaz, más productivo. Cuántas veces pensamos que hacemos cosas que no han
valido para nada simplemente por no ver los frutos... pero llega Jesús a la
orilla y les pregunta: "Muchachos,
¿tenéis pescado?" de
igual manera que nos pregunta "muchachos
¿Lo habéis conseguido?"; los apóstoles humildemente responden que no,
igual que nosotros, muchas veces, que no conseguimos lo que nos proponemos y
aquí llega lo maravilloso de la historia, Jesús les dice «Echad la red a la derecha de la
barca y encontraréis.» y los
apóstoles echaron la red. Después de toda una noche pescando, echando y
recogiendo vacía la red llega un hombre a lo lejos y nos dice que la echemos
una vez más, aunque estés cansado, esté amaneciendo y se supone que los peces
se esconden, aunque nada tenga sentido echan la red. Es lo maravilloso de la
historia, cuando vencemos nuestro orgullo y sin entender nada echamos la red,
cuando nos fiamos de aquellos que Dios pone en nuestro camino y echamos la red
entonces es cuando la red se llena a rebosar. Podemos trabajar a destajo y
Jesús nos lo pide, pero conscientes de que el fruto no viene por nuestro
trabajo sino de Él, necesita que trabajemos toda la noche sin fruto, necesita
que echemos la red, pero Él pone los peces cuando quiere y nos espera en la
orilla para tomarlos con Él. Maravillados
por la cantidad de peces que tenían en la red reconocen a Jesús en ese hombre
de la orilla, busquemos también a Jesús en todos los momentos de nuestra vida,
reconozcamos su fuerza en cada pequeño detalle y dejemos la barca, el trabajo,
para ir a la orilla y descansar con él.
En el día
de hoy nos regala toda una noche para pescar. Estemos atentos para reconocerle
en un hombre a la orilla del lago, en un compañero de trabajo o estudios, en
mis padres o hijos, en cada persona que pase hoy por mi lado quizás está Jesús
que nos dice "Echad la
red a la derecha de la barca"
Abracémonos
a María y hagamos todo con ella, que nos enseñe a reconocer a su hijo en
nuestra vida.