Con
el Domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa, la cual para nosotros, los
cristianos, tiene un significado muy especial, ya que es contemplar el misterio
fundamental de nuestra fe. Corremos el riesgo de convertirla en un evento
cultural y olvidarnos del misterio que esta semana estamos celebrando; por ello
debemos estar atentos para que el ruido no nos impida oír la música de Dios.
Es
ahora cuando hay que echar la vista atrás y ver si nuestro entrenamiento
cuaresmal nos ha preparado para “jugarnos la vida”. Si sabremos aguantar,
esperar, llegar con ÉL. Que el Señor nos siga dando lengua de iniciado, nos
abra los oídos y nos enseñe a contemplar el misterio del dolor de pie ante la
cruz.
La
liturgia de hoy nos presenta el carácter contradictorio de la presencia del
Mesías que, a la vez que es reconocida su grandeza, es llevado al patíbulo. Los
que le alaban en su entrada a Jerusalén son los que terminan gritando
¡crucifícale!
Con
este sabor agridulce comenzamos la Semana Santa; es una oportunidad para descubrir,
experimentar y fomentar nuestra fe.
La
liturgia de hoy comienza con la procesión de ramos. Estamos escenificando el
pasaje que hace dos mil años ocurrió en Jerusalén; en él brilla la carga
emotiva que nos tiene que ayudar a entrar en lo que significa la Pasión y
muerte del Señor. Todo esto adquiere su significado nuevo cuando lo leemos
desde el misterio de la Resurrección.
La
lectura del profeta Isaías nos lleva a la esperanza: ante los ultrajes solo se
puede volver el rostro a Dios sabiendo que él no defrauda.
El salmo nos dice: ‘Cuando te invoqué, me escuchaste,
Señor’.
Con
el himno de Filipenses se nos vuelve a presentar el binomio: el que se humilla
será ensalzado.
El
relato de la Pasión según san Mateo nos presenta en la persona de Jesús de Nazaret
la crudeza del sufrimiento del inocente, la entrega total del hombre que lleva
a reconocerlo como Dios. Es un misterio lleno de crueldad, pero, a su vez,
cargado de esperanza.
Me
pongo en presencia de Dios. Doy gracias por la entrada triunfal de Jesús en mi
vida.
Realmente
¿dónde comencé a conocerlo? ¿Cómo he vivido la Cuaresma?
¿Cuándo
entró Jesús triunfante en mi vida? En los sacramentos, donde me inicie en la fe
(familia, Parroquia, movimiento…).
Santa
María de Fátima, ayúdame a vivir la Pasión, morir con Cristo para resucitar con
Él.