Esta meditación está sacada del mes consagrado al Corazón de Jesús que el P. Morales escribió. Estamos celebrando este mes dedicado al Corazón de Jesús que el padre tanta importancia le daba.
Para ponernos en su presencia repetir la súplica “Corazón de Jesús en el que los más miserables son los mejor acogidos”.
Corazón de Jesús, Fortaleza de los mártires. Tú afrontaste con invencible constancia toda clase de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos, ni desertaste de la Cruz.
Nosotros que militamos bajo el estandarte de esa cruz, te pedimos tu fortaleza. Danos ánimo esforzado con el que sepamos arriesgar la vida por tu amor.
Enséñanos a saber dejar a cada día su dolor, a pedir nada más que el pan de cada día, vivir el momento presente. Tú nos invitas a compartir tu gloria dándonos aquí la fuerza de la paciencia.
Corazón de Jesús, obediencia oculta y sumisa en Nazaret. El de la anónima infancia, el de la soledad de Nazaret, el del desierto. Frente al ansia desbordada de independencia, nos presentas la obediencia como tu virtud preferida.
Las circunstancias cotidianas de la vida deben ser la manifestación concreta y actual de tu voluntad para cada uno de nosotros. Danos fuerzas para hacernos indiferentes a todas las cosas creadas. No con indiferencia estoica ni con amargura, sino con indiferencia ignaciana, llena de iniciativa y docilidad.
Danos a comprender tu estilo divino incomprensible. Ese estilo tuyo, que exige, como clave de apostolado, la desintegración silenciosa del grano de trigo. Danos morir briosamente, sin regateos, en oscuridad y silencio fecundo que son cimientos de tu Reino, esas pequeñas y grandes muertes que tiene la vida.
Corazón de Jesús, consuelo de los que sufren. Enséñanos a aceptar tus caminos. “Tú llevas a cada uno como es menester”. “Nunca matas sino para dar vida. Nunca llagas sino para sanar”.
Haznos comprender el sentido del dolor. Eso tan nuestro que tiene el insospechado destino de completar tu Pasión. Concédenos aceptar gozosos toda la dureza de nuestra vida cotidiana a la intemperie.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Él esperan. Nuestros más entrañables planes de santidad o apostolado palidecen ante la realidad de nuestra pobreza y pecado, las propias y ajenas pequeñeces. Somos débiles pero tu corazón es nuestra confianza.
Toda nuestra esperanza la ponemos en Ti solo. Nos prometes el ciento por uno. Tú tejes con tú providencia, y para nuestro bien, la red de todos nuestros caminos.
Sabemos a quién nos hemos entregado, de quién nos fiamos, en quién creemos. Enséñanos a repetir con san Juan de la Cruz: “¡Oh confianza! Alcanzas cuanto esperas.
Al terminar nuestra oración nos podemos preguntar: ¿Cuántas veces recurro a Él en mis fracasos y desconfianzas? ¿me dejo guiar por Él en mis dudas?