La festividad del Santísimo Cuerpo de Cristo (Corpus Christi) es de gran importancia en la Iglesia y, por tanto, en cada uno de nosotros. Supone el reconocimiento público y la adoración de Cristo presente en el sacramento eucarístico. España fue pionera en esta causa, frente a la influencia del luteranismo, que niega la presencia real de Cristo en el pan y el vino eucarísticos. Muestra de ello es la riqueza de custodias que embellecen el culto eucarístico en España e Hispanoamérica, desde las espléndidas de Arfe a las infinitamente humildes del más olvidado de nuestros pueblos.
Pero la festividad del Corpus es algo más que una fiesta de carácter sociológico. Es sobre todo una llamada a la contemplación del amor de Cristo, que nos impulsa a una triple actitud: Admiración y adoración, imitación.
“… En la cruz se ocultaba sólo la divinidad,
Pero aquí se oculta juntamente la humanidad…
No veo las llagas, como Tomás.
Sin embargo, te confieso, mi Dios.
Haz que yo te crea a Ti siempre, más y más.
Que en Ti espere, a ti te ame”…
(Himno eucarístico Adoro te devote)
Admiración ante la humillación de amor que es la Eucaristía. Cristo vuelve como a “re-encarnarse”, esta vez en un trozo de pan y un poco de vino, lo más elemental en la alimentación humana… Admiración, porque en la vida histórica de Jesús “se ocultaba su divinidad”, es verdad, pero ahora, en la Eucaristía, se oculta tu humanidad, Señor, pero no tu amor… ¿Por qué nos amas así, Señor, oculto, insignificante, “escondido, el de la anónima infancia; el de la soledad de Nazaret; el del desierto… mudo ante Herodes, supremo silencio en la Cruz…? (P. Morales, Mes de junio, consagrado al Corazón de Jesús, día 18).
Adoración, porque ese pedazo de pan ante el cual “la vista, el tacto, el gusto, se engañan” (Himno Adoro te devote) es real y verdaderamente el Dios-hombre Jesucristo, el mismo que nació de la Virgen: “En vez de hablarnos, distante y sonoro, con voz de muchas aguas, prefieres hacerte asequible, vivir a nuestro lado… en nuestras tardes de desaliento, Te hallaremos siempre compañero de camino…” (P. Morales, id., día 4), mucho más cercano que en tus días históricos.
Imitación: Tú, Jesús Eucaristía, eres el camino, la Verdad y la vida. No hay otras sendas. Danos la gracia de desaparecer amando y adorándote, entre los hombres, por y para los hombres, “de morir briosamente, sin regateos, en oscuridad y silencio fecundos, cimientos de tu Reino, esas pequeñas y grandes muertes que tienen la vida… danos a entender tu estilo divino, incomprensible. Ese estilo tuyo que exige, como clave del apostolado, la desintegración silenciosa del grano de trigo” (P. Morales, Mes de junio, día 18).
Miremos contemplativamente durante largos ratos a la Eucaristía. Es el mismo Corazón de Cristo al que consagraremos nuestras vidas el domingo, día 20, uniéndonos al nuestros pastores en el Cerro de los Ángeles. Gastemos tiempo, sin prisa, adorando. Recordemos las palabras de nuestro amado Juan Pablo II: “(La oración es) un descanso de verdadera adoración que tiene mayor valor y fruto espiritual que la actividad apostólica más intensa” (24.11.1978).