Ofrecimiento del día: Al ofrecer este día que el Señor nos concede como un don, pidamos por los frutos de la Campaña de la Visitación que hemos iniciado: que yo viva en este día imitando a la Virgen en el olvido de mí mismo; que las almas tengan vida y la tengan en abundancia, que conquistemos nuevos jóvenes para Cristo en los campamentos y actividades de este verano.
Buscamos la intercesión del santo que celebra hoy la Iglesia, San Antonio de Padua, muy querido del pueblo cristiano, franciscano del siglo XIII. En las Semblanzas, el P. Morales narra una piadosa historia de su niñez: “Noche helada… Alguien llama. Antonio va a abrir. Un niño encantador y pobrísimo se le aparece. Un saco trae a sus espaldas. Lo abre y ve muchos corazones como rubíes que desprenden llamas. ¿Quién eres?, le pregunta. Soy hijo de un Rey, y recorro el mundo mendigando corazones. También quiero el tuyo. ¿Cómo te llamas?, le dice. Tu madre te ha dicho mi nombre muchas veces: soy Jesús. Antonio se convierte y le entrega su corazón niño”. Yo también le entrego mi corazón, para que Jesús descanse en él.
Puntos de oración: la lectura de San Pablo nos brinda una magnífica meditación en este día. Aún estamos en año paulino y queremos aprender a Cristo de este gran modelo y adalid de la Cruzada-Milicia de la Virgen.
Nos apremia el amor de Cristo: es el retrato de un militante al que Cristo le robado el corazón y que no guarda para sí este tesoro sino que lo comunica, como la Virgen de la Visitación. Así te define Benedicto XVI en su primera encíclica: “dejarse guiar por la fe que actúa por el amor… personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de su conducta debería ser lo que se dice en la segunda carta a los Corintios: "Nos apremia el amor de Cristo". La conciencia de que, en Él, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás”. Me pregunto: ¿cómo me mueve el amor de Cristo a entregarme? ¿Puedo hacer algo por los demás en este día, con Cristo y en Cristo?
No valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. San Pablo distingue dos maneras de conocer a Jesús y, en general a una persona: según la carne, es decir, con criterios externos, por apariencias, sin conocer su ser íntimo; según el corazón: sólo con el corazón se conoce verdaderamente a una persona. San Pablo, que rechazó inicialmente a Jesús, y le valoró según la carne como un impostor, después del encuentro con Cristo resucitado en Damasco, le conoció con el corazón. Muchos contemporáneos nuestros tienen un conocimiento superficial de Jesús, muchas veces deformado. Nosotros hemos tenido un encuentro con Cristo vivo en nuestro “Damasco”: unos Ejercicios, un campamento, la Milicia… Ahora el Señor nos encomienda que seamos testigos de su amor: Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. ¿Cómo puedo dar a conocer a Jesús vivo? ¿Qué puedo hacer para que los que me rodean conozcan a Jesús con el corazón y no según la carne?
Examen de la oración: recojo el fruto de este rato de oración componiendo una súplica que me ayude a mantener la unión con Dios en este día. Por ejemplo: “Santa María de la Visitación: que el amor de Cristo me mueva a entregarme a los demás”; Jesús, te entrego mi corazón: hazlo arder en tu amor a las almas”. ¿Cuál es tu súplica?