- Hoy repetimos en el salmo 24 esta invocación: “A ti, Señor, levanto mi alma”.
Ante la presencia del corazón de Cristo resucitado qué fácil es hablar con Él como se hace entre dos amigos.
Sigue el salmo: “Señor, enséñame tu caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”.
“Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mi con tu misericordia, por tu bondad; Señor”.
- Nos puede ayudar a intimar con Jesús alguno de los textos que propone el P. Morales para este día del mes de junio:
“Frente al egoísmo de todas las horas, Tú nos inculcas el precepto del amar, como mandamiento nuevo de tu doctrina, como nuestra credencial de cristianos”.
“Danos amar con caridad concreta, no anónima, a cada uno de nuestros hermanos. Son hijos del Padre, miembros tuyos, y sarmientos de tu vid”.Tú dijiste: “mayor felicidad es dar que recibir”. Haz que lo entreguemos todo, aún nuestro tiempo e independencia, a la verdadera caridad, dispuestos siempre… a darnos hasta en los pequeños servicios cotidianos.
“Con las almas, danos paciencia y espera incansable. Concédenos el don del acierto, para que nuestro trato con ellas sea siempre comprensivo, firme, delicado. Capaces de llorar con los que lloran, reír con los que ríen. Siempre pacientes y humildes, sin recelos ni suspicacias, sin apegos ni rigidez, sin ambición ni egoísmo. Soportándolo todo, concediéndolo todo, siempre mirando a Dios Padre (…) Que la caridad, que es tu perfil en la historia, sea nuestro aire de familia. Unidos ese vínculo de fraternal amor, nos emplearemos con más eficacia en el servicio de Dios y ayuda de las almas”.
El Evangelio de hoy nos habla de la resurrección de los muertos. Nos ayudará a fortalecer nuestra fe en la resurrección de la carne. Recordamos que a san Pablo en el areópago de Atenas, al hablar de la resurrección de Cristo, los filósofos, le abandonaron. La increencia que nos envuelve no quiere oír hablar de la resurrección de los muertos. Con la muerte todo desaparece, ahoga toda esperanza de salvación, de felicidad. No queda nada. ¿Cuántos de nuestros amigos creen realmente en la resurrección de la carne?
Termina así el Evangelio de hoy en labios de Jesús: “¿No habéis leído en el Libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? "No es un Dios de muertos, sino de vivos”.
- Súplica para este día:
“Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. En ti confiamos”.