Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras, que para este objetivo tenemos estas ideas de oración.
En Jesús tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn 1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama. Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).
Del texto del Evangelio de hoy encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad: amor a Dios y amor a los demás.
Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).
A la vez enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano. Dice un refrán popular: “Bien predica fray ejemplo, sin alborotar el templo”.
* Saboreemos ahora estos párrafos del P. Morales sobre el Corazón de Jesús:
“¡Corazón de Jesús, único maestro veraz! ...Unge nuestros ojos con tu prudencia...Tú nos exhortas a guardarnos de los falsos profetas, que vienen a nosotros con piel de oveja... concédenos también realizar la difícil síntesis de dos extremos aparentemente contradictorios: naturaleza y gracia, temor y amor, paloma y serpiente, acción y contemplación, iniciativa y obediencia, perennidad y actualidad... Danos conocimiento de la Vida verdadera que Tú, Rey Eterno y Señor universal, nos muestras, y gracia para imitarte. ¡Corazón de Jesús, Luz del mundo, en Ti confiamos!”
(Del Oracional de CSM -mes de junio-)
¡Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén!