“…En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
- Preparación de la oración
- Petición: Ven, Espíritu Santo: por Ti conozcamos al Padre, al Hijo revélanos también; creamos en Ti Su Espíritu con una fe viva y constante.
- Composición de lugar: Podemos ver a Jesús, rodeado de sus discípulos, en el monte de la Ascensión, como nos lo presenta el Evangelio de la misa de hoy. Es el momento de la despedida, en el que nos deja sus últimas instrucciones: un mensaje, un mandato, y una invitación a la confianza. Allí nos revela la Trinidad
- Ideas para la oración
1) “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El Evangelio de hoy nos transmite la fórmula que empleamos los cristianos tantas veces a lo largo del día: la señal de la Cruz. Cuando nos levantamos y nos acostamos: lo primero y lo último que hacemos en el día es ponerlo todo (acciones, intenciones, obras, oraciones…) en las manos de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y cuando comenzamos la oración y la Misa, lo hacemos también en su nombre. Cuando bendecimos la mesa, o cuando damos gracias por los alimentos recibidos, cuando nos disponemos a salir a la calle, o al comenzar cualquier actividad… lo hacemos siempre por Dios, para su mayor gloria, en su nombre: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
2) “Dios es familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es amor eterno. Quiere asociarnos a todos a su vida trinitaria” (P. Morales, Itinerario Litúrgico, p. 227). Dios, uno y trino, nos introduce en la intimidad de su vida de familia. Quiere mostrarnos el dinamismo de su amor.
Una sencilla parábola nos puede ayudar a comprender esto. Dice así: “Yo veía a la gente, de pie, y dando toda clase de vueltas. Lo llamaban baile. A mí me parecía absurdo… hasta que un día oí la música. Entonces comprendí lo hermosa que era la danza…” (Antorcha, Junio 2009). Nos hace falta abismarnos en la música incomparable del amor divino, para comprender el dinamismo -la danza eterna- de la vida trinitaria. Y al escuchar esta música de amor, no podemos ya dejar de danzar y bailar, con la misma vida de Dios. Y a nuestro alrededor, no podremos parar de reproducir esta música contagiosa, y poner en danza a todo el que se nos acerque.
3) “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo”. Que no nos cansemos en el rato de oración, y a lo largo de todo el día, de recitar conscientemente el Gloria. Bendigamos a Dios Uno y Trino por su inmensa grandeza, porque nos han asociado a su vida de familia, porque no sólo nos ha revelado la armonía de la maravillosa música de su amor, sino que además nos ha puesto en danza, para traducirlo hecho vida en nosotros y a nuestro alrededor.
- Oración final
¡A Dios Padre sea la gloria, y al Hijo que resucitó, lo mismo al Espíritu Paráclito, por todos los siglos de los siglos, Amén!”
Santa María, Hija predilecta del Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo, Templo y sagrario de la Santísima Trinidad: introdúcenos en el misterio de la Santísima Trinidad, enséñanos a contemplar, a bendecir, a adorar; haznos bailar al son de su amor.