Puntos de oración. “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”

Abramos nuestro corazón a lo que la Palabra de Dios quiere decirnos hoy, en nuestra oración y a lo largo del día. Las lecturas de hoy nos hablan del valor de la Palabra de Dios para nosotros. Podemos fijarnos en algunos aspectos de ellas para nuestra oración.
1) La primera lectura nos narra que “el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley”. Recuerda: ¿alguna vez has llorado, o te has conmovido profundamente al escuchar la Palabra de Dios? ¿Sentías cómo lo que estaba escrito, o lo que se estaba leyendo, parecía dicho para ti, en ese momento? Quizás eran palabras inesperadas de consuelo, quizás una llamada del Señor impulsándote a hacer algo, o a corregir algo que te tenía atenazado, o a salir de ti mismo, o a perdonar a alguien concreto, o a confiar en Dios…

Podemos preguntarnos: ¿Cómo escucho la Palabra de Dios? ¿Como algo que fue pronunciado hace milenios, sin apenas conexión con mi vida? Las lecturas nos señalan algunas actitudes que nos vienen muy bien para ayudarnos a escuchar en profundidad la Palabra de Dios.

a) Cuando Esdras abrió el libro, todo el pueblo “se puso en pie”. Oramos con la mente, con las palabras… pero también con el cuerpo. Cuidemos la postura, la actitud corporal, cuando leamos la Palabra de Dios, o cuando la escuchemos en nuestras celebraciones.

b) Sigue diciendo la primera lectura que “todo el pueblo respondió ‘Amén, amén’”. No podemos leer o escuchar la Escritura como quien lee un periódico, o un anuncio publicitario. La Palabra nos pide una respuesta. “Amén” significa “Así es”. Y cuando respondemos “amén” queremos decir que deseamos que esa Palabra se cumpla en nosotros y en el mundo hoy.

c) A continuación los que escuchaban “se inclinaron y adoraron al Señor”. Esa tiene que ser nuestra actitud al escuchar la Palabra de Dios: darle gracias y adorarle ¿me doy cuenta de que toda Palabra de Dios está referida a Jesucristo, la Palabra de Dios hecho hombre?

d) El Evangelio nos dice que después de la lectura, Jesús se sentó y que “todos tenían los ojos fijos en él”. “Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia”, dice el salmo 122. Tenemos que escuchar con atención viva, como a quien le va la vida en esa Palabra.

e) “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Dios me dirige hoy su Palabra. Y así cada día. La Palabra que me dirige hoy es irrepetible, nueva. Y tengo que recibirla como si fuera la primera vez que la escucho, y responder a ella de forma nueva y personal.

2) Nos dice el Evangelio de San Juan: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”. Y Jesús nos abre hoy su corazón y nos revela para qué ha sido enviado al mundo por el Padre: a “anunciar el Evangelio a los pobres, anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista, para liberar a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Fijémonos:

a) A anunciar el Evangelio, que significa “Buena noticia”. Con Jesucristo nos ha alcanzado la mejor de las noticias. Nos ha tocado un “gordo” de valor incalculable, y por eso nos invade un gozo desbordante. Como concluye la primera lectura: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”, o el salmo: “los mandatos del Señor alegran el corazón”.

b) Jesús ha venido a curarnos de nuestras enfermedades, y especialmente de nuestra ceguera, de nuestra falta de fe. Como dice el Salmo: “la norma del Señor da luz a los ojos”.

c) Y ha venido a concedernos la auténtica libertad. Estábamos cautivos y oprimidos por tantas cosas, especialmente por el pecado y sus consecuencias, y realmente hemos alcanzado en Cristo la libertad. ¡Somos hijos de la libertad…!

d) Y para anunciar el año de gracia del Señor. ¡Somos amados por Dios infinitamente! Tanto nos ha amado que nos ha concedido su gracia en Jesucristo, y con Él todos los bienes.

Oración final: Digamos con todo el corazón al Señor: Gracias, Señor, por tus palabras. ¡Realmente son espíritu y vida para mí! ¡Gracias porque nos has traído la alegría, la curación y la luz, la libertad y la gracia! ¡Gracias porque te das en tu Palabra! Madre nuestra Santa María: enséñame a acoger y a meditar la Palabra de Dios, como lo hacías Tú.

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