Petición: Señor, alcánzanos un corazón humilde y sencillo, para reconocer nuestros pecados y saber acoger a los que tenemos por pecadores.
Pensamos:
Hoy nos resulta muy fácil ver esta escena del evangelio y criticar a los fariseos… Pero creo que convendría no ir demasiado deprisa y pararse a pensar si nosotros no tenemos demasiado en común con estos críticos de Jesús.
Jesús comía con los pecadores públicos… Eso es lo que escandalizó a los fariseos.
¿Quiénes son los pecadores públicos de hoy en día? Convendría pensarlo un poco en nuestra oración. Seguro que aparecen por nuestro imaginario personas concretas que podemos considerar pecadores claramente: terroristas, prostitutas, los que esclavizan sexualmente a esas chicas, quienes abusan de los menores, quienes trafican con las armas, los que promueven y practican el aborto enriqueciéndose con ese turbio negocio… Podemos seguir poniendo rostros concretos a esos pecadores públicos de hoy en día.
¿Qué diríamos nosotros de un sacerdote o un religioso cuyos predilectos fueran estos pecadores públicos? Que se dejase acariciar y besar por una prostituta, que compartiese mesa y conversación amigable con un terrorista de ETA, que fuese a la casa de un rico empresario de clínicas abortistas…
¿Cuántos de nosotros no lo criticaríamos, no comentaríamos que no era, cuando menos, prudente? ¿Cuántos de nosotros no nos apartaríamos?
Oramos:
Hoy en nuestra oración nos acercamos a esa mesa, a ese convite, y contemplamos a Jesús compartir comida con estos pecadores públicos. ¿Qué siento? ¿Qué le digo a Jesús? ¿Qué me dice él a mí?
Y pedimos fuerza en la oración para salir yo también al encuentro de esos pecadores, de los que en mi clase, en mi trabajo veo que están más alejados de Dios… Y me hago el propósito de hablar con ellos, de no juzgarlos, de amarlos con el amor de Cristo. ¿Seré capaz de decirles que Cristo ha venido justo por ellos, que les ama con predilección, que les prefiere a otros muchos que se tienen a sí mismos por justos? ¿Seré capaz de dar aliento y esperanza?
Se lo pido al Señor en la oración.