Puntos para la oración 26 enero 2010

1ª Lectura:

Esta lectura nos invita a reflexionar en un milagro que no acaba: la transmisión misma de la fe. Si recordamos a Timoteo y a Tito es fundamentalmente por el papel notable que tuvieron como colaboradores y en cierto modo sucesores del apóstol Pablo en la presidencia y la obra de predicación de las nacientes comunidades cristianas.

San Pablo recuerda cómo la fe cubre ya tres generaciones: a la abuela, la madre y a Timoteo mismo. Es maravilloso que así se extienda el don de Dios. Pero le recuerda también que él mismo debe cuidar el don recibido, particularmente ese don especial que le fue conferido por imposición de manos. Esta alusión, en su sencillez, nos permite asomarnos a otro milagro que atraviesa los siglos: la sucesión apostólica.

La Iglesia nace de la predicación de los apóstoles y es a través de ellos como recibe su alimento que es la Palabra. Esta Palabra conlleva autoridad y tiene poder para edificar a la misma comunidad.
A cada creyente le ha sido confiado el tesoro de la fe, el tesoro del Evangelio, el tesoro de la vida nueva de Jesucristo. Un tesoro para ser amado, para ser conservado, para ser vivido, para ser transmitido en toda circunstancia de la vida, con la fuerza del Espíritu Santo.

Tener fe es vivir la fe, es vivir de la fe. Y la fe nos lanza a buscar a Dios -el único Absoluto- sin pararnos a adorar a todos los ídolos que pretenden ser nuestros salvadores. Creer no es crear ni inventar nada.

Creer es fiarse. Fiarse de Dios y de su Palabra. Es la misma fe que Pablo afirma que les ha transmitido a aquellos primeros cristianos que, como Timoteo, han recibido su palabra, la imposición de manos, el don del Espíritu que les capacita para luchar, para tomar parte en los duros trabajos del Evangelio como él mismo dice, pero sabiendo siempre que lo hacen según la fuerza de Dios, y no basándose en ellos mismos. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…

Evangelio:

San Lucas fue compañero de San Pablo en sus viajes apostólicos, como él mismo escribió en los “Hechos de los apóstoles”. En el Evangelio de hoy, Cristo manda a sus discípulos de dos en dos a predicar el mensaje del Reino de Dios. Dios nos ha hecho por tanto sus evangelizadores, los mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha traído a este mundo. Tengo que caer en la cuenta que yo también soy una de esas personas elegidas por Dios.

Ahora bien, Jesús nos advierte que nos manda en medio de lobos, porque el mundo en el que nos toca vivir y predicar la palabra de Dios, muchas veces se cierra al mensaje cristiano de la verdad y del amor. Demos ejemplo de la verdad en la caridad, y de la caridad en la verdad, “caritas in veritate” (encíclica del Papa Benedicto XVI). Anunciemos por tanto la paz que Dios ha venido a traernos hace 2010 años, pero que nosotros hemos de renovarla cada día; y logra que todas las personas que nos rodean sientan en sí la Redención que nos ha traído Cristo en su misterio de la Encarnación, Vida, Muerte y Resurrección.

San Lucas, modelo de entrega a la predicación del Evangelio hasta la muerte, sea ejemplo y ayuda para llevar a todas las almas al conocimiento de Cristo, y que nosotros nos enamoremos de verdad del Señor.

María, modelo de fe y de confianza en Dios, supo lo que significa llevar la Palabra a los demás y decir: aquí está la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra.

¡María, Madre nuestra, lleva a Jesús todas nuestras intenciones de ser mejores portadores del Evangelio!

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