Como siempre, lo primero es ponernos en la presencia de Dios, ayudados de María y de aquellos santos a los que tenemos más devoción. Poner a toda la Corte Celestial interpelante por mí, como nos recomienda San Ignacio.
Adentrados ya en el Tiempo Ordinario, seguimos saboreando internamente las vivencias de la Navidad, donde Dios se nos hace tan cercano que no tenemos reparo en acudir confiadamente a suplicar su ayuda.
Es la actitud del mendigo que se pone a pedir. Así es como queremos comenzar cada mañana nuestra oración. Necesitamos de Dios.
Ven, Señor, mándanos tu Espíritu para que clame desde nosotros, y pida todo aquello que nosotros no sabemos hacer.
Hacemos memoria particular de Nuestra Madre. Ella siempre está de nuestra parte y nos conduce derechamente a Jesucristo, que es el objeto de nuestra oración.
En la primera lectura vemos cómo el Señor manda a Samuel para que le busque un rey para Israel, “me ungirás al que yo te diga”. Siempre es Dios el que toma la iniciativa, por eso no hay que tener ningún miedo a ser llamado por Dios para servir a su pueblo.
¿Cuál es mi actitud ante las llamadas de Dios? ¿Tengo miedo? ¿Me falta generosidad? Sabemos muy bien que el Señor capacita a aquellos a los que llama para la tarea que les encomienda.
Dios da un consejo a Samuel para que elija bien: “No te fijes en las apariencias ni en la buena estatura” Porque Dios no ve como los hombres, el Señor ve el corazón.
Pasaron todos los hermanos mayores y a ninguno había elegido Dios, solamente al pequeño, a David, que estaba cuidando las ovejas. Los planes de Dios son muy distintos de los nuestros.
Este pasaje nos invita a la confianza para llevar a cabo la elección que Dios hace de cada uno de nosotros. Por el Bautismo todos somos sacerdotes profetas y reyes, luego todos tenemos una tarea para realizar, y no nos es lícito desertar.
En el salmo repetimos: “encontré a David mi sirvo” Esto mismo es lo que quiere repetir con cada uno de nosotros. Pon tu nombre y escucha que Dios te dice encontré a ………..….. mi siervo, con tu nombre propio, con tu historia, con tus cualidades y con tus defectos. No tengas miedo es Él quien elige.
Con la elección y las llamadas de Dios nos va constituyendo en hombres libres para hacer siempre el bien y no esclavizarnos a normas que puedan restar energías en la misión evangelizadora del mundo. “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, buscando siempre lo que más conduce para nuestra salvación y la de los demás.
Estemos atentos a las acciones de Dios, porque puede mandar a un nuevo Samuel para que me unja con la cuerna de aceite. Sería un regalo tan extraordinario que nos llenaría de la fuerza del Espíritu Santo, como le ocurrió a David.
Y como le ocurrió también a María cuando fue elegida por el anuncio del Ángel.
Señor, que no sea sordo a tus llamadas, sino presto y diligente para cumplir tu santísima voluntad. AMEN.