Comenzando la oración: Para ponerme en presencia de Dios me pueden ayudar pequeñas oraciones en las que el corazón y la mente se unen a Dios de forma sencilla y directa. Como ésta de la Beata Teresa de Calcuta: “Jesús es mi Dios. Jesús es mi Esposo. Jesús es mi Vida. Jesús es mi único Amor. Jesús es mi Todo en Todo. Jesús es Todo para mí. Jesús, yo le amo con todo mi corazón, con todo mi ser”.
Puntos de oración
“Él les proponía la Palabra”. Estamos a los comienzos de la vida pública de Jesús y él dedicaba su tiempo a la enseñanza y a distribuir su misericordia en toda clase de necesidades. Al final de su vida, ya a punto de entrar en la Pasión dirá así al Padre: “Yo les he comunicado las palabras que Tú me diste y ellos las han recibido y han conocido que yo salí de Ti y han creído que Tú me has enviado” (Jn 17). Yo también quiero escuchar esas palabras que Jesús ha oído al Padre: me sitúo entre la gente que se agolpa a la entrada de la casa de Cafarnaúm. Escucho y contemplo, porque de repente…
… Unas tejas se levantan y en el centro de la escena aparecen cuatro hombres llevando un paralítico. “Viendo Jesús la fe que tenían”, le perdona los pecados. Después le curará para mostrar que su palabra tiene poder para perdonar pecados. Me llama la atención que Jesús se fija en la fe de aquel grupo de hombres que portaban al enfermo y que les había llevado a un gesto audaz, levantar el techo de la casa para llegar hasta Jesús, evitando la barrera humana que les separaba de él. Jesús se sirve de la fe de unos para otorgar sus dones a otros. Por ello hemos de ser intercesores llenos de fe de aquellos que nos rodean y tienen necesidad de Jesús. Una fe que nos haga audaces para poner en contacto con Jesús a los jóvenes, a nuestros familiares y amigos.
“¿Qué es más fácil: decirle al paralítico 'tus pecados quedan perdonados' o decirle 'levántate, coge la camilla y echa a andar'?” Sólo Dios puede perdonar pecados. Por eso, Jesús está dando pruebas de su divinidad al mostrar que puede curar la parálisis del tullido como señal de una curación mucho más íntima y necesaria: la del pecado. La palabra de Jesús es la Palabra de Dios: tiene fuerza de salvación para quien la acoge con fe. Cuando me acerco al sacramento del perdón, esa Palabra actúa en mi vida con eficacia: “Tus pecados están perdonados, Vete en paz”.
Concluyendo la oración: La oración de Madre Teresa continuaba diciendo: “Le he dado todo, incluso mis pecados y él se ha desposado conmigo con ternura y amor”. Yo también le doy todo, mis miserias y mis pecados, para que muestre su bondad y compasión en mí: “Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”.