16 mayo 2010, Ascensión del Señor – Puntos de oración

Comenzamos nuestra oración con una petición, muy de la Cruzada-Milicia: 'Madre, arráncanos de la tierra, arrástranos al cielo'. La rezamos siempre en día de la Asunción, pero la podemos rezar también hoy.

Después podemos leer el evangelio, despacio, saboreando la escena y a continuación, también al mismo ritmo lento del corazón, leemos el poema que Fray Luis de León hizo para este día.

Poema en la Ascensión de Fray Luis de León

¿Y dejas, Pastor santo,

tu grey en este valle hondo, oscuro,

con soledad y llanto;

y tú, rompiendo el puro

aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados

y los ahora tristes y afligidos,

a tus pechos criados,

de ti desposeídos,

¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos

que vieron de tu rostro la hermosura,

que no les sea enojos?

Quien oyó tu dulzura,

¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado

¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto

al viento fiero, airado?

Estando tú encubierto,

¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube envidiosa

aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?

¿Dó vuelas presurosa?

¡Cuán rica tú te alejas!

¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

Reflexionamos:

El siguiente momento es de oración en meditación. ¿Qué sentimientos tenemos en el corazón? Sí, son sentimientos encontrados. Está el deseo de ir al cielo, con Jesús. La herida de la ausencia. La sensación de orfandad

Pero ¿en verdad el Señor nos ha dejado solos? No, no es verdad. El Señor nos ha prometido al Espíritu Santo, que es Dios mismo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y nos ha dejado su presencia resucitada en la eucaristía.

Es cierto que hay una nostalgia en el corazón que no se nos arrancará hasta que vayamos al cielo. Pero es también cierto que su presencia la tenemos asegurada.

Entramos en el corazón:

Y sentimos y actualizamos la presencia de Dios en nosotros. Y si estamos en una capilla actualizamos la presencia de Cristo Eucaristía. 'Señor, sé que estás aquí conmigo. Sé que vas a estar hasta el final de los tiempos'.

Contemplamos:

Tal como San Ignacio de Loyola nos dice nos metemos en la acción como si estuviésemos presentes. Vemos la nube irse y a todos los que allí estamos mirando hacia arriba. Entonces los ángeles nos interrogan, '¿qué hacéis ahí parados?'... Nos miramos unos a otros y nos disponemos a ir a Jerusalem, tal como nos dicen los ángeles.

Por el camino de vuelta pienso... 'Es verdad, estoy parado. Muchas veces mirando al cielo, añorando el pasado, mirando hacia atrás. Y Dios me invita a mirar adelante. ¿Qué me paraliza? ¿En que pienso? ¿Cuál es el paso que debo dar ahora? ¿Hacia dónde dirigir mis pasos?'

Y poco a poco va naciendo en mí una súplica que me acompañará toda la semana: ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven pronto a mi corazón! ¡Dame tu luz, tu fuerza, tu amor! ¡Ven, tal como Jesús nos ha prometido! ¡No nos dejes solos!

Y según bajo hacia Jerusalén me fijo en María que también va conmigo y me sonríe. Ella también está suplicando y rezando conmigo.

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