22 mayo 2010, sábado de la 7ª semana de Pascua – Puntos de oración

Así empieza la liturgia de esta noche: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu santo que habita en nosotros” (Rom 5,5; 8,11).

El Aleluya está tomado del Salmo 103. “Envía tu Espíritu Señor, y repuebla la faz de la tierra”.

La oración de esta mañana nos tiene que ir preparando el corazón para recibir los regalos, los siete dones del Espíritu Santo. ¿Los recuerdas? El don de Temor de Dios, de Fortaleza, de Piedad, de Consejo, de Ciencia, de Entendimiento y de Sabiduría.

Esta noche celebramos todos los cristianos la Vigilia de Pentecostés.

El protagonista de toda nuestra vida espiritual es el Espíritu Santo. Toda la Iglesia vive de la Vida del Espíritu Santo, desde que nació del Corazón abierto de Cristo el Viernes Santo.

Parece que con la Ascensión del Señor al cielo nos ha dejado huérfanos. Todo lo contrario, si pedimos con insistencia, nos enviará al Consolador que nos va a recordar todo lo que nos dijo y nos comunicará la luz y fortaleza para que se nos se abra el entendimiento y recibamos el don de fortaleza para ser fieles a los mandatos que nos ha dejado. El Señor nos asegura que Él permanecerá siempre con nosotros hasta el fin del mundo.

Te animo a que leas con detenimiento las lecturas que la Iglesia nos propone para esta Vigilia de Pentecostés.

El libro del Génesis 11, 1-9; En Babel confundió el Señor la lengua de toda la tierra. Es el pecado de siempre y de todos los hombres, querer ser tan poderosos que pudieran vivir al margen de Dios. En el fondo hacerse dioses, convertirse de criaturas a ser creadores. Pero el Señor los quiso salvar haciéndoles caer en su propia limitación, independencia y rebeldía.

Cristo nos propone de nuevo la salvación, enviándonos el Espíritu Santo para hacernos a todos los hombres uno, pero según el Corazón de Dios.

En el evangelio de esta noche resuenan con poder las palabras de Jesús:

“El último día de las fiestas, Jesús en pie gritaba: “el que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba”… de sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él…”

Oración: Padre que estás en los cielos. Tú enviaste el Espíritu Santo a los primeros cristianos mientras oraban, unánimes con María, Madre de Jesús, en el cenáculo de Jerusalén. Concédenos soledad, sencillez silencio de corazón, para que el mismo fuego de amor que Tu Hijo trajo a la tierra para incendiarlo todo, abrase también nuestras almas…

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