Estamos en el mes de mayo, en el que María nuestra madre está muy solícita con sus hijos, los militantes que llevan su nombre. Por eso en este mes seguro que está poniendo en nuestros corazones, ansias de entrega, de pureza, ejemplaridad alegre en el cumplimiento de nuestros deberes.
Va a ser fácil hacer la oración empezando por la “solita”, como dice san Ignacio:”Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean ordenadas en servicio y alabanza de Vuestra Divina Majestad” y añadamos la que nos recomendaba Fernando Martín para este año al comenzar: “Pedir gracia a Nuestro Señor para conocer los engaños del mal caudillo y de ellos me librar”.
Ayer celebrábamos la Ascensión del Señor. Seguro que nos ha dejado nostalgia de cielo, fiesta tan solemne que formaba parte de los tres jueves que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y la Ascensión del Señor. Nos deja no sin la promesa del Espíritu Santo que ha sido la mejor manera de no dejarnos y permanecer con y entre nosotros. Tenemos que emprender en esta semana una carrera preparando el acontecimiento de Pentecostés: “Ven Espíritu Santo, ilumina nuestras inteligencias, enardece nuestros corazones, fortaleza nuestra voluntad. Queremos hacer en todo momento lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace. Suscita deseos de más entrega, generosidad, alegría, preocupación por nuestros hermanos.”
Así lo está haciendo toda la Iglesia en estos días: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos hasta los confines del mundo. Aleluya”.
En este tiempo, cualquier texto de la Liturgia, es para revolucionar y transformar nos: “Ser testigos”. “Oh, Señor, derrama sobre nosotros ese Espíritu, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras”.
Por eso Pablo en la primera lectura de este día al llegar a Éfeso les pregunta si han recibido al Espíritu Santo. Y al averiguar que ni siquiera le conocen, les instruye para que lo reciban. Y lo recibiremos en la medida de nuestra fe y ocurrirán cosas maravillosas como con ellos. Sus dones serán una realidad en nuestras vidas, no estaremos solos nunca, porque está con nosotros hasta el fin de los tiempos y con Él vencemos al mundo, como nos dice Jesús en el Evangelio de este día.
Para acabar os propongo una estrofa del Cántico, la que más le gustaba a Santa Teresita:
“Mi alma se ha empleado
Y todo mi caudal en su servicio;
Ya no guardo ganado
Ni ya tengo otro oficio
Que ya sólo el amar es mi ejercicio”.
Y comentando esta estrofa en la que habla del destino del hombre: el amor de Dios, dice que “es más precioso un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas otras obras juntas”.
Pongamos un poquito de ese puro amor en nuestra oración de este día. Se lo pidamos a Santa María la criatura puro amor de Dios saldremos diciendo: “Tuyos nuestros alientos de conquista, tuyos nuestros ímpetus de combate, tuyos nuestros ardientes deseos de pureza inmaculada, tuyos nuestros ardorosos anhelos de ferviente apostolado”.