2 mayo 2010, 5º Domingo de Pascua (Ciclo C) – Puntos de oración

Introducción: Vamos a meditar el evangelio de este domingo desde el corazón de la Virgen. Ayer comenzábamos el mes de mayo, que en la tradición católica, se dedica a honrar a la Madre de Dios. María es madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros, es el mejor modelo de discípulo porque supo escuchar a su hijo como nadie y la misionera por antonomasia del Evangelio.

Celebramos hoy el día de la madre: Todos tenemos dos madres, una biológica que nos ha dado la vida natural y otra espiritual que es María quien nos da a Jesús, vida del mundo. Como hijos debemos estar siempre muy agradecidos a nuestras madres, pues a ellas les debemos prácticamente todo. No dejemos pasar este día sin demostrarles nuestro amor mediante palabras y obras. Ellas saben que las amamos pero necesitan también escucharlo. Qué oportuno sería rezar en familia el rosario, ofrecido por nuestra madre, por su salud e intenciones. Para que la madre buena del cielo interceda por toda la familia y se cumplan las palabras que leeremos en el Apocalipsis: “ahora hago el universo nuevo”. Y donde leemos universo podemos pensar en la familia, en la sociedad…

“Al llegar, reunieron a la comunidad, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe” (Hch 14,27)

Este texto nos habla de las primeras comunidades cristianas y de su gran tarea misionera. Los Apóstoles Pablo y Bernabé dejando sus ciudades se desinstalan y marchan otros lugares. Allí entran en contacto con nuevas personas, les hablan a todos de Jesús; no solo a los que son judíos como ellos sino también a los paganos. Les transmiten con pasión y celo el gran acontecimiento de Jesucristo. Después de un tiempo regresan a su comunidad de origen y cuentan cómo también a los gentiles Dios les ha abierto las puertas de la fe. Estos hechos de los primeros cristianos nos deben impulsar a tomar conciencia de nuestra vocación misionera. Para ser misionero no es necesario irse muy lejos, empecemos por los de cerca; familia, vecinos, trabajo.

“La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros”. (Jn 13,35)

Este texto está tomado del Testamento de Jesús, de su Oración Sacerdotal. Por lo tanto se trata de palabras de hondo sentido que deben ser acogidas en el corazón y puestas en práctica con mucho esmero. Me parece que hoy día estas palabras no significan nada para la mayoría, incluso para muchos cristianos. En tiempos de Jesús al menos producían escándalo o la burla que se hace al loco (cf. 1Cor 1,18).

Hoy día el amor es una de las palabras más vacías de contenido. Regresando nuevamente a la celebración del día de la madre, pienso que nos podemos contagiar del ambiente materialista y consumista que cree que el amor consiste en dar muchas cosas, dejando de lado lo importante, que es darse uno mismo.

Amemos como Jesús que sin hacer alarde de su condición divina, antes al contrario, tomando la condición de siervo, en obediencia al Padre se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz. Este amor debe ser nuestro santo y seña, nuestro distintivo y así ser reconocidos como pertenecientes a Jesús y a su Iglesia.

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