Los hechos de los Apóstoles nos ponen de manifiesto la luz y la fuerza que se desprende del Espíritu Santo. Es el momento crucial donde recibe San Pablo unas instrucciones precisas del Espíritu Santo para saltar a Europa, a Macedonia.
Primero les impide anunciar la Palabra en la provincia de Asia. Intentaron entrar en Bitinia pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió.
Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: “Ven a Macedonia y ayúdanos”.
Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio”.
Si hacemos silencio en nuestro interior y dedicamos tiempo a la oración donde podemos hablar con Dios. Si leemos con serenidad la Palabra de Dios, es Él quien nos habla. De este diálogo íntimo con el Señor nos irá mostrando el camino. También quiere que nos dejemos orientar por las mediaciones, por las personas que nos ha puesto en nuestro camino para avanzar, para crecer en la vida espiritual de cada día.
¿Qué me querrá hoy decir el Señor con estos versículos del evangelio?
“Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.”
Este es el camino que tengo que recorrer con el Señor. No nos podemos quedar detenidos en la mitad de la carrera. Paralizados por la persecución, la incomprensión, el cansancio. Después de la tempestad llega la calma.
Después de la persecución, cuando lo que se realiza es tratar de ser testigos de la resurrección de Cristo, llega la aceptación. Pero no olvidemos, no puede haber redención sin derramamiento de sangre. Como Jesús en la Cruz. Por la Cruz a la Luz. No hay otro camino.
“Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre”.
Petición: Santa Madre de Cristo resucitado, que crea en el amor de Dios para conmigo.