La primera lectura narra una de las situaciones típicas de Pablo, metido en un fregado por Cristo. A él no le importa su vida, lo que quiere es anunciar a Jesús. Sabe que el dar testimonio le lleva a estas situaciones, pero también sabe que el Espíritu Santo está con él. ¿De dónde sacaba san Pablo la fuerza? Es fácil que de su unión espiritual con Dios, se hubiera dejado seducir por Cristo.
Cuantas veces habría rezado lo que hoy recitamos en el salmo “Señor tú eres mi bien”. Realmente para Pablo el Señor era su heredad y su lote, lo demás estaba en un segundo plano.
En este mes de Mayo pidamos a María que nos haga ardientes como Pablo, audaces y atrevidos como el gran apóstol. El mundo de hoy está triste, y no sólo por la crisis económica. Llevemos a nuestros compañeros la alegría de la fe. En este mes de la Virgen tengamos siempre presente a María, con ella a nuestra derecha nunca vacilaremos.